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jueves, 18 de julio de 2013

Los sabios tamales

Llegué junto a Matilde (mi madre), al consultorio del podiatra. Creo que en los últimos tres meses hemos visitado a casi diez especialistas del pie en Miami. Un fuerte dolor en su tobillo izquierdo la agobia, y hasta el momento ningún médico ha logrado encontrar una solución que la satisfaga. 

El consultorio estaba lleno de viejitos (as). Fácilmente habría unos 30, y todos se quejaban del dolor en sus pies. Algunos inclusive llevaban muletas, o caminadores de apoyo.
De un momento a otro, una señora entró al consultorio cargando un bolso grande, y saludó muy amablemente a todos. Luego dijo:
-Traigo tamales cubanos de pollo y de carne. Valen solamente 1 dólar con 25 centavos-.
Inmediatamente la mayoría de los presentes se miraron unos a otros entusiasmados, no sé si con la noticia de la comida, o con su precio económico, ya que conseguir aquí cualquier comida preparada por ese valor es una completa ganga.
Inmediatamente las palabras pollo y carne se dejaron escuchar por el salón, y la vendedora comenzó a desocupar su maleta, y a llenar los estómagos de los quejambrosos y pate hinchados clientes. 
Yo miré a mi madre a la distancia, -ya que me encontraba parado al lado de la puerta, haciendo el papel de portero para los pacientes que llegaban cojeando-, y con mis ojos le pregunté si se le antojaba uno de los populares tamales. 
Ella me regresó la mirada, y sin abrir su boca me dijo: 
-No quiero, comételo vos- 
Pero la verdad sea dicha, no tenía en ese momento ni un solo centavo en mi bolsillo, y estaba convencido que aquella mujer no me aceptaría una tarjeta de crédito con miras a saciar mi gula. 
Lo que me llamó mucho la atención, fue que un hombre pidió un tamal de pollo, y una vez lo recibió, comenzó a buscar en su billetera por el dinero, llevándose una gran sorpresa al descubrir que como yo no cargaba ni una moneda. 
La señora vendedora, al descifrar que aquel anciano no tenía dinero para pagarle, lo miró y le dijo: 
-No se preocupe, otro día me paga. Buen provecho-. 
En ese instante todos nos miramos los unos a los otros, y una viejita que estaba en una esquina, y que ya llevaba tres tamales de carne consumidos en un tiempo récord, sacó un billete de 5 dólares y le dijo a la vendedora que ella invitaba a aquel hombre a comer. 
El señor, que estaba embutido con su masa de pollo, abrió la boca dejando entrever un pedazo de cuero, y dio las gracias a aquella mujer, mientras se ahogaba con una papa. 
Después de que las ventas terminaron, la ex dueña de los tamales, se sentó a descansar un rato, y fue allí donde logré su soledad para acercarme a conversar. 
Me dijo que tenía 82 años, que jamás había tenido hijos, y que llevaba más de 50 años casada con su actual esposo. Añadió además que se levanta todos los días a las 5 de la mañana junto con el amor de su vida a hacer los tamales, y después se van por separado a venderlos. 
Comparto a continuación la foto de aquella hermosa mujer.

Después de que se marchara a proseguir su venta, me puse a analizar en lo admirable que es aquella señora. Una mujer con más de ocho décadas encima, que aún no ha decidido colgar la toalla, y a la que la vida jamás le ha quedado grande. Sin importar la edad, aquella valiente luchadora y su esposo, son una muestra de entusiasmo, de amor por la vida, de ganas de salir adelante, y para mí un ejemplo a seguir en este corto camino llamado existencia.
Lamentablemente no probé sus tamales, pero su historia me supo mucho mejor.


2 comentarios:

  1. super interesante... es admirable saber que hay personas que a pesar de sus dificultades no se rinden ni mendigan, sino que trabajan y luchan.. me gusto mucho este escrito

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  2. La verdad es que me gustan mucho sus escritos, siempre reviso que hay, con la certeza que me sacará una sonrisa, felicitaciones!

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