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martes, 12 de abril de 2016

Hugo: El tío que dice adiós.

Nunca le dije tío, esa es la verdad. Hugo siempre fue la manera en que lo llamé, y aunque sabía que era el hermano de papá, y había cercanía familiar, me sentía bien llamándolo por su nombre.

Ahora que lo pienso, nunca le he dicho tíos o tías a los herman@s de mi viejo, como tampoco he llamado primos o primas a nadie, a pesar de que tengo más de 100 de ellos.

Creo que es normal en mi familia llamarnos por el nombre, a excepción de mis padres y mis herman@s.

Hugo siempre fue un tío cercano. Su negocio quedaba a solo unos metros de distancia del nuestro, por lo que crecí muy cerca de él y su familia (Mis dos bellas primas). 

Hugo era muy compinche con mi viejo, y prácticamente en mi adolescencia, nos veíamos a diario. Él, delgado y con un cigarrillo en la mano, sonriendo con nobleza, de temperamento nervioso, con mirada sincera, siempre dispuesto a ayudar a mi padre o a quien tuviera una necesidad. Así recuerdo a Hugo, al que nunca llamé tío, más por costumbre que por otra cosa.

-Hola Hugo-, lo saludaba normalmente, sin besos, abrazos, o palmaditas en la espalda, pero con la convicción de que era parte de mi familia.

-Hola Héctor Manuel-, respondía él siempre, un poco hiperactivo, amable, a sabiendas de que yo también era parte de su círculo familiar.

Recuerdo que cuando tenía alrededor de 12 años, hice la preparación para mi confirmación, y cuando me enteré que tenía que elegir un padrino, en la primera persona que pensé fue en Hugo. (Él aceptó inmediatamente con una sonrisa, y después bromeó con sus frases irónicas e inteligentes que admiraba):

-¿Sabes que en la confirmación los regalos son para el padrino?-, dijo con seriedad.

-No sabía-, contesté angustiado, pensando que me tocaría comprarle un regalo con el poco dinero ahorrado que tenía en ese momento.

Hugo fue un gran hombre, un excelente hermano, un buen tío, un ejemplo de padre, y un ser humano caritativo y bondadoso.

Hace solo dos días, Hugo cerró sus ojos y la noticia impactó los míos.

Hoy, Hugo se suma a la lista de mis tíos que han cruzado la frontera de lo desconocido. Hoy quizás Hugo está junto a mi abuelita Rosa y mi abuelito Manuel, o habrá saludado con un abrazo a mi tío Dario y a mi tía Cielo, o estará bromeando junto a mi tío Miguel sobre cuál de los dos luce mejor. 

El hecho es que Hugo ha partido, pero su presencia sigue aquí donde nunca nadie muere, en el corazón de los que lo queremos, en la memoria de los que disfrutamos sus chistes, de los que recibimos su ayuda.

Buen viaje Hugo querido, gracias por apadrinarme un día, por querer tanto a mi viejo, por cuidar de la familia, por la chispa que prendiste y que no se apaga.

Ya nos veremos tío Hugo, y entonces ese día prometo que llevaré tu regalo.

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