Salí a caminar
en la mañana con la intención de hacer un poco de ejercicio. Quise ir al
gimnasio a correr, pero llevo varios días semi inmovilizado por un espasmo
muscular que tengo en la espalda desde hace una semana, y al darme cuenta que todavía
no soy capaz de ponerme los zapatos solo, decidí que mejor caminaría.
La mañana estaba
fría y el viento se metía en mi piel haciéndome querer regresar a mi cama
caliente y tomarme un café; pero opté por continuar y seguir con mi caminata. Mis
pasos eran lentos como los de un hombre cansado, y muchas personas mayores que
yo pasaron corriendo a mi lado, y mirándome extrañados de “mi mal estado físico”.
Como mi
velocidad era nula, comencé a concentrarme en la naturaleza que me rodeaba,
dándome cuenta que he pasado decenas de veces por esas mismas calles, y que
jamás había visto aquellos árboles frondosos que adornan la avenida principal
de mi barrio.
Más adelante
encontré un lago inmenso, que si había visto, pero que nunca visité.
Me sorprendió un
tronco en forma de oso que se apostaba en una esquina, y el que seguramente había
sido tallado por adolescentes vecinos del lugar. Mientras más me concentraba en
la madre naturaleza, más detalles iba descubriendo. Sin pensar en nada más me
maravillé con algunas palmeras grabadas con corazones, y con figuras diversas
hechas por la misma natura.
Sin destino
alguno proseguí, hasta que hallé un cafecito en una esquina e hice mi primera
estación.
Un café y un croissant
calentaron mi organismo. Allí sentado en aquella banca de madera, me di cuenta
de lo perdido que estoy en este mundo. Analicé que son tan pocas las ocasiones
en que realmente vivo el momento presente, ya que ahora paso mi tiempo absorto
en mis responsabilidades cotidianas, dejándome hundir en el túnel del
corre-corre y la ceguedad de lo que realmente es importante.
Recordé que
cuando era niño sobresalía por mi extrema curiosidad y mi hiperactividad
descontrolada. Siempre saltando de un lado a otro, escalando árboles,
preguntando todo, metiéndome donde no me dejaban, tocando lo que me prohibían,
hablando con las hormigas e imaginando que me respondían, perdiéndome en un
parque cualquiera, maravillándome por una nube, riéndome constantemente y
encontrando un misterio en cada rayo de sol; y ahora, todas esa energía se
hallaba guardada en un cajón del pasado, pues inconscientemente me había vestido
de adulto, y como tal asumí un rol equivocado.
No puedo mentir
que una sensación de nostalgia me invadió al pensar en que quizás ahora era un
hombre serio, tal vez amargado, y que esa luz con la que brillaba en mis
primeros años me había abandonado. El croissant se me atascó en el tragadero, y
el café me supo diferente, como si no tuviera azúcar, a pesar de las tres
cucharas que le había puesto con anterioridad.
¿Y qué tal si vuelvo
a ser como antes?-, pensé motivado, pero antes de digerir la pregunta, me
contesté que no era posible, ya que mi edad, mis responsabilidades, mi trabajo,
mi vida en general no me lo permitirían.
-Imagínate
encaramado en un árbol afuera de tu oficina-, me dijo mi voz interior, y juntos
reímos.
Regresé por el
mismo camino, con mis pasos lentos y mi dolor de espalda latente. Volví a
observar el lago y me deleité con el color del agua y la calma que me
inspiraba; toqué nuevamente el tronco en forma de oso, grabé en una palmera mis
iniciales, como lo hubiese hecho a mis 10 años, pateé un par de piedritas que
encontré en el camino, olí algunas hojas y nuevamente me maravillé con la forma
de unas nubes que se asemejaban a la cara de una bruja.
-Creo que he
cambiado, y no puedo luchar contra la naturaleza-, me volví a decir a mí mismo,
pero antes de terminar mi frase, encontré en la respuesta que buscaba.
Sobre el
pavimento que pisaba, había nacido una pequeña flor. ¿Cómo? Ni idea, pero al observarla
detenidamente no tuve dudas de que aquella pequeña creación de la naturaleza me
daba un mensaje.
¿Si esta flor había
sido capaz de crecer en medio del asfalto, porque yo no podía volver a ser la persona
alegre que era cuando chico?
Creo que no importa
la edad que tengamos, ni los cargos que ostentemos, o la posición social o
económica que alcancemos; si no podemos maravillarnos con los detalles más
simples del planeta, no somos seres felices.
Me di cuenta que
mi riqueza no se mide en una cuenta bancaria, en mi trabajo, o logros profesionales.
Mi riqueza consiste en disfrutar el olor de la vida, en poder estar consciente
de mi entorno, en no tener miedo a subirme a un árbol, o de sonreír al ver una
nube que me recuerde algo.
Paso tanto
tiempo ocupándome de ser adulto, que he olvidado que dentro de mí aún hay un niño
que de vez en cuando quiere salir y expresarse.
Pienso que el
mundo puede ser un mejor sitio si todos nos enfocamos más en apreciar lo que
nos rodea, si nos maravillamos más, si logramos ser más libres de mentes y de acción,
y si jugamos más y no nos da miedo a dejar salir cada niño que llevamos en el
alma.
Hasta pronto, me
iré a tratar de vivir mi presente.
Para q te sientas mucho mejor, me pasa ahora lo mismo. La situación q vive uno en distintos momentos en nuestras vidas, nos hacen reflexionar aunque no nos fijemos a tiempo para corregir. Cuando tenemos todo ahí cerca de tus ojos no lo disfrutas al 100% sabiendo conscientemente del valor y la importancia q realmente tiene. Mientras en tu presente, la ocasión no nos permite x los problemas de la nación pasa y nosotros como personas afectadas. Por lo q hoy extrañamos con tanta fuerza y añoranza #Libertad - #Páz -#Seguridad. No desperdies ni x un segundo lo q la vida te ofresca. No importa qué. Vive el día a día y sé agradecido infinitamente antes q sea tarde y te arrepientas. Gracias por tu columna, me hace muy bién leerla y saber q todos tenemos las llaves d la felicidad en nuestro bolso, solo tenemos q sacarlas y abrir esa puerta a el regalo de la vida que DIOS nos brindó gratis y verdaderamente un UNIVERSO a nuestros pies.
ResponderEliminaradmiro tu redacción colega..soy de nuevo yo, la periodista, y te digo, tú estilo literario debería estar enmarcado en un libro de crónicas. historias que parecen simples al vivirlas, consigues retratarlas con un sumo interés de plasticidad que me hace penetarme en el texto y querer seguir con la lectura. un abrazo.
ResponderEliminaradmiro tu redacción colega..soy de nuevo yo, la periodista, y te digo, tú estilo literario debería estar enmarcado en un libro de crónicas. historias que parecen simples al vivirlas, consigues retratarlas con un sumo interés de plasticidad que me hace penetarme en el texto y querer seguir con la lectura. un abrazo.
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