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martes, 2 de agosto de 2016

Entre tetas y nostalgias...

Un buen amigo, al que no veo hace varios meses, me invita a tomarme un trago a medio día. Después de analizarlo poco, decidimos ir a un reconocido club de strip-tease en la ciudad.

Es la 1 de la tarde, y el calor intenso de Miami se mete por mis poros. Parqueo mi auto en aquel lugar, notando con sorpresa que el parqueadero está lleno a esa hora del día. 

Entro al sitio de manera gratuita, luego encuentro un extenso corredor con pocas luces que me conduce a un enorme salón donde al menos una docena de hermosas mujeres bailan sobre la pista. 

Es mi primera vez en este club en particular, y me llama la atención la cantidad de clientes que se encuentran allí tan temprano. Hallo a mi amigo en medio de la sala, sentado en una de las mesas cerca de la pista de baile. Una cerveza fría espera por mí.

-¿Tienes hambre?-, pregunta él.
La verdad es que no he almorzado, por lo que le digo que sí, que si quiere después de la cerveza vamos a comer a alguna parte.

-Aquí podemos almorzar-, me dice sonriendo.

Miro a mi alrededor y observo a bellas musas bailando por doquier; otras se acercan a las mesas buscando vender bailes privados, y otras caminan por los pasillos modelando sus atributos y conversando entre ellas.

-Almorzar… ¿aquí?-, le respondo sin visualizarme comiendo en medio de aquel ambiente.

-Sí, aquí venden una carne exquisita, ya verás-.

Veinte minutos más tarde, le doy la razón a mi amigo, pues la carne con papas fritas sabe maravillosa. Creo que es normal ir a almorzar a estos sitios, ya que en otras mesas aledañas veo a grupos de hombres y en algunos de ellos, mujeres, disfrazados de ejecutivos y saboreando sus almuerzos mientras se divierten un poco.

Mi amigo me cuenta entonces sobre su nueva vida de casado, su nueva faceta como padre, y su trabajo. Yo le hablo de mis proyectos, mi familia, mi pareja; y entre tragos de cerveza y papas calientes, vamos hilando la actualidad en nuestras rutinas.

Luego un par de diosas se acercan a nuestra mesa y nos saludan. Sin saber por qué les damos nombres falsos, imagino que ellas hacen lo mismo, y se sientan a nuestro lado. 

-¿Quieren un baile antes de regresar al trabajo?-, nos preguntan.

Les decimos que no, pues realmente tenemos que volver a la oficina, además aun no terminamos la comida. Ellas entienden y se marchan con amabilidad. 

Mi amigo me habla de su bebé de 8 meses de nacida. Yo, que he estado en conversaciones con mi pareja para tener la nuestra, le pregunto ansioso de qué manera le ha cambiado la vida.

Él me dice que ahora sus días son diferentes. Despertar con los pies de su niña sobre el abdomen, es lo más maravilloso que le ha pasado, aduce el enamorado padre. Me dice que la curiosidad de la pequeña es asombrosa, pues no cesa de descubrir cualquier objeto que se cruza en su camino.

-Le di sandía (patilla) por primera vez, y tienes que ver el espectáculo que fue ese momento-, indica con un brillo especial en su tono de voz. Luego saca su celular y me muestra el video de aquel suceso mágico.

En cuestión de segundos, ambos estamos perplejos mirando la pantalla de su celular y viendo a la princesa abrir sus ojos enormes cuando ve frente a su carita la colorida fruta. Luego le da un mordisco sin dientes, y saborea el refrescante y dulce sabor, mientras suelta una carcajada de satisfacción, la misma carcajada que mi amigo y yo soltamos al ver semejante momento.

Mientras yo me encuentro absorto por las imágenes y los sueños de lo que podría ser mi propia hija, él recapacita y me dice preocupado:

-¿Te has dado cuenta que estamos en un club lleno de hermosas mujeres cuasi desnudas y llevamos 5 minutos viendo a un bebé tirarse pedos y vomitar sandía?


Una risa culposa se apodera de nosotros, y entonces nos damos cuenta en silencio que nos estamos volviendo viejos.