Con el paso de los
años comienzan a generarse ideas diversas, como si con cada experiencia marcada
en el cúmulo de hojas de calendario, la mente se volviera un aeropuerto internacional,
donde pueden arribar sin pasaporte todas las opiniones derivadas de vivencias
varias, y en donde vos decides cuales se quedarán a vivir en tu país.
Por cuestiones que
no vienen al caso (porque el caso no perdura), puedo saborear con placer prolongado,
los adioses que decido, esas deportaciones a la postrimería de quienes por
ingenuidad logré confundir con circuitos arraigados a mi sistema, pero que en
realidad carcomieron las entrañas del plan mismo.
Con el paso de las
lunas, y con los fracasos diarios que nos llenan de luz, se puede seguir
avanzando por el sendero, con calma imponente, con esa tranquilidad que te
arropa el sueño y los ojos de tus seres amados.
Los pasos continúan,
la mayoría de las veces torcidos, pero la mirada, con sus defectos y empaño,
siempre está posicionada en la magia, esa que me hace cometer tantos errores adrede,
esa de la que emanamos y que nos mueve como fichitas de juego de mesa.
Hoy entiendo menos
el destino, pero más el camino, el que yo mismo pavimento al ritmo de mis ideas
diversas.
Todos son
bienvenidos a caminar un rato en él, luego yo decido quienes continúan a mi
lado.