Translate

domingo, 14 de julio de 2013

La familia no tiene precio.

Es domingo, y el despertador ha decidido dormir hasta tarde. Haciendo caso omiso a su horario de trabajo, ha tomado un voto de silencio inesperado.     
Quizás su pila AAA entró en huelga laboral debido a que el atlético segundero jamás se fijó en ella, o tal vez es que se dio cuenta que no pude conciliar el sueño en toda la noche, y se apiadó de mi cansancio mañanero. Sin embargo, mi teléfono celular a quien nunca he considerado un amigo cercano, resonó con su agudo timbre, logrando despertar a mis oídos antes que a mis ojos. Miré el reloj de pared y me di cuenta que era casi medio día.
-Alo-, contesté con voz de ultratumba- 
Al otro lado de la línea, la voz de mi madre me reprochaba por dormir hasta tarde, recordándome que teníamos un almuerzo ya planeado, al que asistiría toda la familia. 
-Claro que me acuerdo mamá-, (mentí) –Ya salgo para allá-, le dije con convicción, y al colgar regresé a la cama para hacer pereza por 5 minutos más. Pero antes de que pudiera cerrar los ojos, una nueva llamada interrumpió mi plácido domingo. (Ya salió de la clínica por cierto). 
Ahora es mi hermana Clara pidiéndome que pase por ella, ya que su auto tiene una llanta sin aire. Le digo que me espere una media hora, y que ya casi estoy listo. Luego camino medio sonámbulo y me dirijo al baño donde me doy una ducha que me despierte de una vez por todas. 
Una tercera llamada telefónica interrumpe mi baño caliente. Esta vez es una amiga invitándome a la playa. Le digo que tengo planes con mi familia y que no puedo obviarlos. 
Y es que por mucho tiempo el domingo familiar fue una tradición en mi hogar, interrumpida cuando  la vida dio un giro inesperado y nos obligó a salir de mi país de origen -más de diez años atrás -con rumbo a esta bella tierra. En ese instante cambió todo, ya que la adaptación a esta nueva cultura, las oportunidades de trabajo en diferentes ciudades, y en sí el proceso migratorio en general, nos llevó a tomar caminos diferentes. 
Sin embargo ahora casi todos los miembros de mi grupo familiar coincidíamos en la misma ciudad, por lo que mis padres querían regresar a la tradición de reunirnos al menos durante la tarde de domingo. 
La verdad es que mi familia no es perfecta en absoluto. Todos somos personas muy diferentes, con carreras distintas, con rutinas desiguales, con ideas pocos comunes, con filosofías de vida que han variado considerablemente a comparación de las que teníamos cuando vivíamos en Colombia más de una década atrás. No obstante, estar con ellos es una bendición infinita que no tiene precio alguno.  
Al llegar a casa de mis padres, mis tres hermanas y yo, nos despejamos de todas nuestras múltiples facetas para ser solamente lo que mejor sabemos ser: familia.  
A pesar de que el núcleo familiar ha crecido, y todos tenemos nuevos aportes de personal, cada vez que nos reunimos seguimos siendo exactamente lo que fuimos alguna vez.
Mientras almorzábamos, la nostalgia me invadió por algunos minutos, recordando esos domingos colombianos y esa enorme unión de hogar que nos caracterizó, y que gracias al universo, aun conservamos.  
Y es que puedes tener exitosos puestos de trabajo, la pareja perfecta, mucho dinero, grandes amigos o un futuro brillante, pero considero que todo lo anterior no es suficiente si no tienes en tu vida una buena relación con aquellos seres que conforman tu círculo familiar.  
No importa si tu familia es disfuncional, o si tu relación con ellos no es la que esperabas, si se inmiscuyen demasiado en tu vida, o si por el contrario están alejados, o muchos otros miles de peros más; lo importante es que estés consciente de que son tu familia, esos seres con los que creciste (en la mayoría de las ocasiones), y que están unidos a ti por un lazo de amor difícil de quebrantar. 
A veces omitimos darles a nuestras familias de origen el lugar y la dedicación que merecen, tal vez porque estamos ocupados en nuestras propias actividades, quizás porque ya tenemos una familia propia a la que debemos cuidar, o porque somos diferentes a ellos en muchos aspectos, pero al final del camino la familia es nuestro real  refugio y sustento.  
Mi familia no es perfecta, y eso lo sabemos todos, pero es mi familia, y el amor que nos tenemos nos hace perfectos como grupo.  
Desde ahora estoy esperando ansioso porque llegue el domingo y pueda regresar a decirles en un abrazo lo feliz que me hace que seamos tan imperfectos.

1 comentario:

  1. Héctor,
    Muy bien dicho. Muchas veces somos mucho mas amables y tolerantes con personas que no conocemos y con nuestra familia tendemos guardar rencores. Me da gusto que escribas de situaciones reales que suceden en las familias de hoy. Bendiciones, Edith

    ResponderEliminar