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martes, 20 de agosto de 2013

Mejorar es una obligación personal.

Un amigo propietario de un exclusivo gimnasio en Miami, me pide que vaya a visitarlo a su negocio para hacerme un plan de nutrición y ejercicios, ya que según él, no luzco bien físicamente.
Ante su insistencia de varias semanas, y el gordo reflejo de mi espejo miope, decido hacerle caso y pasar por su sitio de trabajo. (Así me lo quito de encima de una vez por todas).
Al llegar allí, encuentro a varias personas que trabajan en diferentes canales de televisión, todos se ven atléticos y desprenden energía. Nos saludamos con abrazos, y algunos me dan la bienvenida. Suponen que comenzaré a entrenar con ellos.
-Hola Héctor-, me saluda una destacada actriz de telenovelas y amiga personal.             
-Ya era hora de que entrenaras con nosotros-, me dice delante de todos, mientras me mira la barriga. Inmediatamente los presentes (que conozco bien), sonríen y en silencio le dan la razón.
Yo no les contesto, y me limito a sonreírles, mientras por primera vez comparo mi cuerpo con el de ellos. Mi amigo que se da cuenta que todos nos conocemos, me habla de los avances físicos que ha logrado con sus clientes, y la rapidez con la que han mejorado su imagen. Sinceramente tiene razón, ya que quienes se encuentran allí (7 personas), lucen muy bien.
Luego nos dirigimos a una oficina donde mi amigo tomará las medidas de mi masa muscular, y de la grasa que me sobra.
Aunque no estoy obeso (aún), ya comienzo a tener algunos avisos de llantas, y mi abdomen no es digno de enseñar. (Creo que tengo las medidas exactas de la cintura de una reina de belleza, pero en mi caso son tres reinas de belleza juntas).
El nivel de grasa en mi brazo es alto, y mi verdugo me dice que estoy reteniendo líquido en mi cuerpo.
-Si sigues así, en unos pocos años estarás en mal estado-, dice seriamente.
Le digo a mi amigo que yo corro diariamente, y hago casi 500 abdominales cada vez que voy al gimnasio. Él me cree, y me dice que el problema radica en la manera en que me alimento.
-¿Qué desayunaste hoy?-, me pregunta curioso.
-Dos salchillas fritas, un huevito en cacerola, pan tostado, café y juguito de naranja. Algo normal-, le contesto.
-¿Y qué almuerzas por lo regular?-, vuelve a inquirir.
-Siempre tomo sopa, y luego un plato con arroz, fríjoles, carne, maduritos, una arepa…-, y mientras voy enumerando lo que me como en el almuerzo, miro su cara y noto que sus ojos comienzan a abrirse más y más cada vez que anexo un nuevo elemento a mi plato, por lo que decido mentirle: -…También un poquito de ensalada-, digo orgulloso.
-Ay hermano, con razón no ves resultados. Estás comiendo muy mal-, argumenta.
-Pero es que yo trabajo mucho y tengo que alimentarme bien-, comienzo a excusarme, pero él me dice que todos allí trabajan mucho y que debo controlar lo que me como, y educarme mejor sobre mi alimentación.
-Te voy a hacer un plan de nutrición, pero debes seguirlo al pie de la letra. Te garantizo que en menos de 3 meses verás resultados en tu cuerpo, y además te sentirás mucho mejor de ánimo, y….-.
En ese momento todo lo que escucho es bla, bla , bla, y en lo único que puedo pensar es que no podré volverme a comer el pan colombiano con queso y mantequilla que me fascina, o la bandeja paisa que devoro todos los jueves donde mi hermana, o las salchillas que me esperan ansiosas para que me las coma cada desayuno, o el chocolatico caliente con galletas a la 1 de la mañana, o la cerveza fría de los viernes en la noche. Sin pensarlo más, decido darle las gracias y retirarme, pues la verdad es que mi cuerpo no luce tan mal como ellos piensan.
Mi amigo que parece leer mi mente, me dice que me siente, y comienza a darme una cátedra de salud.
-Héctor, tú puedes lucir mucho mejor, además aquí yo estaré supervisándote personalmente, y estamos entre amigos. No es lo mismo que entrenes aquí en privado que en un gimnasio donde no sabes bien qué hacer-
Al hablar del precio, me dice que me hará un descuento especial, y que en tres meses que vea resultados, volveremos a tocar el tema de dinero. La verdad es que le está ofreciendo a mi bolsillo un buen plan.
Sin pensarlo demasiado, acepto su propuesta, sabiendo que será un gran sacrificio organizarme a su plan nutricional, pues no estoy educado para comer de la manera en que él lo quiere.
-Te espero mañana para que comencemos-, me dice, y luego da la noticia a los otros que tendrán un nuevo compañero de entrenamiento.
Todos se alegran por mí, y me hacen sentir como si pesara mil libras.
Al llegar a casa, abro la nevera y observo toda la comida que no podré volver a comer (al menos por ahora).
Luego, preparo mi almuerzo prohibido y me siento a disfrutarlo, sabiendo que mañana mi nevera lucirá diferente por dentro. Ojalá yo comience a lucri diferente por fuera.
Un abrazo a todos.

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