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lunes, 19 de agosto de 2013

La rutina que yo quiero.

Son casi las 5 de la tarde, y se me antoja un café. Con paso firme salgo del edificio donde trabajo, y me encuentro con un sol radiante que ilumina este lunes y que me golpea los ojos, ya que llevo enclaustrado varias horas dentro de cuatro paredes sin ventanas. Muchas personas comienzan a abandonar sus oficinas, y sus reacciones son las mismas a la mía. Todos se llevan las manos a los ojos, para menguar los rayos de luz a los que no están acostumbrados, por lo que supongo que sus oficinas tampoco tienen ventanas.
Respiro profundamente y anhelo poder trabajar al aire libre, pero sé que por ahora es complicado. Mi café me espera en una de las tiendas que están muy cerca de mi locación. Aprovechando el hermoso panorama exterior, decido caminar y disfrutar por unos minutos del paisaje.
Una sonrisa imborrable se dibuja en mi rostro. Estoy seguro que cualquiera que pase por mi lado pensará que he cometido una travesura, o que aún me estoy riendo de un chiste, pero la verdad es que no puedo disimular la alegría que me da caminar cerca de la bahía y contemplar el sol que ya comienza a ocultarse.
Llego a mi destino, y pido un café con leche y un sándwich de jamón. Miro alrededor y encuentro a un amigo sentado en una mesa, tomándose otro café.
Lo saludo amablemente, pero él me retorna un ‘hola’ lleno de negativismo, mientras que sus ojos cabizbajos dejan en claro que aquel hombre está teniendo problemas.
-¿Qué te sucede?-, le pregunto preocupado, pues su rostro me hace pensar lo peor.
-Esta rutina de mierda me está enloqueciendo-, contesta con sinceridad.
Mi amigo me explica que todos los días se levanta a la misma hora, desayuna lo mismo, usa el mismo camino para llegar a su trabajo, hace el mismo oficio en su oficina desde hace más de 5 años, sale a almorzar a la misma hora, llega hasta este sitio a tomarse el mismo café, va al mismo gimnasio y corre hasta la misma hora, luego llega a casa y saca a su perro a que orine en el mismo árbol, y se acuesta a la misma hora, mirando los mismos programas en su televisor (que no dudo sea el mismo).
-¿Y por qué no haces algo diferente?-, le pregunto, pero tras unos breves minutos escuchándolo me doy cuenta que lo que realmente lo está enloqueciendo no es su rutina, sino el miedo al cambio.
-Levántate más temprano, y así te vas por otra vía y miras otras  calles-, le sugiero, pero poco caso me presta él, y sin escuchar razones prefiere seguir inmerso en su compleja pero sencilla situación.
A veces los seres humanos nos conformamos fácilmente, en especial cuando sabemos que tenemos un buen trabajo, o nos gusta nuestra casa, o nos sentimos cómodos con lo que hacemos y nuestro entorno; pero el hecho de que estemos bien en una situación específica, no quiere decir que dejemos de soñar o de perseguir otros sueños.
La rutina la vivimos todos, sin importar si barres las calles o diriges una nación. La rutina es parte de nuestra vida, pero el secreto está en la manera en que la afrontamos.
Yo me levanto, y sé que debo desayunar, luego salir a hacer algo de ejercicio para evitar que la barriga siga creciendo más, luego bañarme y salir a trabajar, y en la noche lógicamente ir a descansar para el próximo día donde haré lo mismo. Pero no por ello, dejaré de introducir la aventura a mis días. Es más fácil de lo pensado, ya que al cambiar pequeños detalles de nuestra rutina, estamos cambiándola a ella.
Por ejemplo, decidí hace mucho tiempo en tratar diferentes comidas, en tomar otros caminos alternos, en escuchar otra clase de música, en ir a sitios que normalmente no frecuentaría, en descubrir el mundo en el que vivo, sin tener que viajar a otros países; en leer otra clase de libros, en aprender de otras creencias diferentes a las mías, en saludar con una sonrisa a todos los que vea en la calle (créeme que si lo haces encontrarás grandes sorpresas que cambiarán tu rutina), en vestir diferente, peinarme distinto, en intentar ver el mundo con otros ojos.
Yo sé que no puedo cambiar muchas cosas, pero sí soy el dueño absoluto de mis reacciones, y de ellas depende la manera en que me siento anímicamente.
Intenté mostrarle el lado positivo a mi amigo, pero lamentablemente él no escucha razones, y hasta que no lo descubra por sí solo, seguirá enloqueciéndose en su rutina.
Bueno, los dejo, porque mi rutina de trabajo ya se ha visto mermada con estas palabras.
Abrazos sinceros.
@HectorManuelCNN

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