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lunes, 26 de agosto de 2013

Adiós pedacito de cielo.

Mi hermana mayor llegó hace un poco más de dos meses a mi casa con una sonrisa pícara. Sabía que algo estaba tramando, pero no le pregunté de inmediato, dejando que ella jugara conmigo hasta que me contara lo que traía entre manos.
Mi hermosa hermana y yo siempre hemos sido muy unidos. Recuerdo constantemente aquellas tardes en Colombia cuando éramos dos pequeños, y en las que jugábamos por horas usando solamente nuestra imaginación.
Juntos fuimos astronautas, bomberos, doctores, estrellas de rock, tenistas, trapecistas (con caídas incluidas), ciclistas, y cualquier otra profesión que se nos ocurriera. Juntos viajamos en esas tardes a Asia, a África, donde montamos elefantes, a Saturno, y a cuanto sitio nos diera la gana, porque jamás tuvimos límites en nuestros destinos.
Recuerdo que era ella la persona que me hacía dormir en las noches, mientras me contaba historias que se inventaba en el mismo momento. Ella fue quien me enseñó a imaginar otros mundos, a llevar mi mente a lugares coloridos, a adentrarme en aventuras irreales. Fue ella quien me abrió las puertas a lo inimaginable. Gracias a ella, quise ser escritor.
Sin que su hermosa sonrisa se le borrara de su rostro, mi hermana me miró y me dijo que cerrara los ojos y abriera las manos.
Yo seguí sus indicaciones, e instantes después pude observar sobre mis dedos unos escarpines amarillos, lo que me ocasionó una alegría inmensa.
-Estoy en embarazo-, me dijo mientras sus bellos ojos azules alumbraban mi cocina.
Con felicidad nos fundimos en un abrazo, e inmediatamente pude sentir aquel pedacito de cielo que cargaba en sus entrañas, y que vendría a alegrarnos la vida, tal como lo ha hecho mi hermoso sobrinito (su primer hijo).
Los días fueron pasando, y la ilusión en mi familia se acrecentaba. A pesar de tener solamente unas pocas semanas de embarazo, ya todo giraba en torno al nuevo miembro de este circo que es mi familia.
Con las semanas, una lista de nombres fue apareciendo en escena. Todos teníamos nuestros preferidos, fuera para niño o niña. La verdad yo tenía muy claro que mi hermana tendría una hermosa niña, con la que ya me imaginaba corriendo en los parques y comprándole cuanta cosa quisiera. Aquel bebé ya era nuestro pedacito de cielo.
Pero no todo en la vida es color de rosa, como el vestidito con el que me la imaginaba.
Ayer los dolores llegaron al vientre de mi bella hermana, y horas después comenzó a sangrar. Rápidamente todos nos movilizamos hacia el hospital, donde después de realizarle un ultrasonido el médico verificó que el corazón de nuestro bebé no estaba latiendo.
-Debemos esperar hasta mañana para verificar la suerte del feto-, manifestó el galeno.
La noche fue larga para todos. A pesar de que mi hermana vive en su propia casa con mi cuñado y mi sobrinito, toda la familia estuvo pendiente y en vilo de lo que sucedería.
El desenlace llegó hoy en la tarde. Los dolores se acrecentaron al punto tal que el sangrado aumentó.
-Lo lamento-, dijo su ginecólogo nuevamente.
El corazoncito de nuestro pedacito de cielo dejó de latir, y de la misma manera los nuestros murieron un poquito con la pérdida de aquella ilusión.
A pesar de que solamente habían pasado un poco más de ocho semanas, ya nuestro bebé hacía parte integral de nuestras vidas. Hoy la tristeza embarga a nuestros ojos, pero tenemos la convicción de que un pedacito de cielo nos esperará en la distancia.

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