Translate

lunes, 27 de julio de 2015

Casi me matan.

Llegamos a una sala de cine en Miami. Hemos comprado dos perros calientes y una coca-cola enorme, fuera de uno que otro chocolate para endulzar la película. 

Entramos al salon unos quince minutos antes de que comience la función, tiempo en el que aprovechamos para saborear las salchichas calientes. El salón está casi lleno, pues la cinta que veremos 'The Vatican Tapes', lleva solo dos días en cartelera, e imagino que genera mucha curiosidad.

Sé de antemano que se trata de un exorcismo especial grabado por el Vaticano en una ciudad de Estados Unidos. El tema me apasiona, por lo que aquel título fue mi primera opción.

Comienzan entonces a pasar en la enorme pantalla los trailers de los estrenos que vienen, así como las advertencias de apagar los celulares, y alguna publicidad con mensajes subliminales (que nunca faltan).

De un momento a otro, entra al teatro un hombre de unos cuarenta años aproximadamente. Mira a todos los lados, creo que buscando una silla desocupada. Pasa por unas filas donde bien pudiera posar su trasero, pero no lo hace, y sigue analizando todo a su alrededor, al igual que yo.

Aquel extraño, que viene sin compañía, se nota un poco nervioso. Al pasar por mi lado, nuestras miradas se encuentran sin generar gesto alguno. Lo analizo con rapidez, pero no puedo leerlo en absoluto. Luego, el hombre se sienta en la primera silla justo detrás de mi.

No trae un refresco, o papitas fritas, chocolates, chicles, palomitas de maíz, ni nada para comer. Tiene una camisa blanca por fuera del pantalón, y una chaqueta negra en su mano.

Volteó mi cabeza y verifico que está sentado a mi espalda en la esquina derecha. Inmediatamente comienzo a ser víctima de la paranoia que me agobia desde hace tantos años. 


-¿Por qué se sienta a la orilla, como si fuera a escaper después?
-¿Por qué viene solo al cine, y qué guardará bajo su camisa gigante o su chaqueta?
-¿Y qué tal que sea un chiflado que en la mitad de la función saque una pistola y comience a disparar indiscriminadamente y masacre a esta gente?

Y es que vivimos en un mundo donde lamentablemente es normal que cualquier fanático suicida emprenda su rebeldía ignorante en contra de un grupo cualquiera. Hace solamente unos días un demente entró a una sala de cine en Luisina, (EEUU), y desenfundó su arma contra los inocentes espectadores, asesinando a dos personas y dejando heridas a nueve más. ¿La razón? Desconocida hasta ahora, y quizás por siempre.

Como aquel loco asesino, hay muchos casos similares por doquier. 
Tiroteo en un supermercado, balacera en una escuela, masacre en una oficina, bomba en una competencia deportiva, muertos en un centro commercial, disparos en el cine. Así que mi paranoia con el vecino de atrás esta bien justificada.

Comencé entonces a sentir en mi espalda un frío constante, nerviosismo puro, inseguridad y miedo que aquel desconocido fuera un fanático religioso que mataría a los que más pudiera, comenzando con nosotros, quienes estábamos más cerca a él.

Mientras comenzaba la película, mi mente había ya creado cada supuesto escenario en el supuesto tiroteo.

-Tenemos que irnos-, indiqué a mi hermosa compañía, explicándole en voz baja mis temores imaginarios.

30 segundos después partíamos de aquella sala pues yo no tenía tranquilidad para quedarme allí una hora larga mientras pensaba lo que aquel hombre pudiera hacer.

-¿Y si nos sentamos en otras sillas?-, me propuso mi pareja, mientras terminaba de comerse su perro lleno de mostaza.

30 segundo después volvíamos a entrar a la sala en cuestión, y yo me sentía un completo suicida por hacerlo. Pasamos entonces muy cerca del sujeto, y observé en él una nueva faceta. Nos volvimos a mirar a los ojos, pero esta vez nos sonrió al pasar a su lado.

Mi intranquilidad mermó considerablemente, pero aún así optamos por sentarnos en la última fila del teatro. Observé todas las salidas de emergencia, y planeé en mi cabeza dos o tres fugas, en caso de que el 'villano' se pusiera de pie e intentara disparar. Pero por suerte no fue así.

Confieso que no tuve tranquilidad plena durante la hora larga que estuvimos allí, y que la paranoia jamás me ha abandonado como lo pensé una vez. También admito que la película no me gustó, ni disfruté mi perro caliente. Por último siento que pasará mucho tiempo antes de que regrese a una sala de cine.


¿Será mucho pedir que instauren en todas las salas de cine del mundo detector de armas?






No hay comentarios:

Publicar un comentario