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jueves, 2 de julio de 2015

Soy un mal pirata

Nunca pude llenar ningún álbum de ‘monitas’ o ‘laminitas’ tan acostumbrados cuando era un niño. Recuerdo con nostalgia que durante mis años de impúber, tenía el álbum de Superman, también uno de animales, de autos, otro de los pitufos, y el famoso álbum del mundial Italia 90.

Comenzaba a llenarlos con una gran ilusión, y pasaba horas intercambiando ‘monitas’ repetidas con otros niños en el colegio, en el parque, y en cualquier esquina. Conseguir una figurita que no tenía me llenaba de alegría y satisfacción, pero por más que intentaba, jamás pude llenar ninguno de ellos.

Es difícil olvidar que en el álbum del mundial italiano invertí mucho tiempo y dinero para llenarlo, ya que era mi primera competición del deporte rey, y me pudo más la afición que el bolsillo. Solamente me faltó una ‘monita’ para llenar tal libro de jugadores y escudos. La busqué por todas partes. Entre los amigos, en los puestos de revistas callejeros, con desconocidos, pero no tuve la suerte de encontrarla.



La figurita era casi imposible de conseguir, y yo no era el único que la echaba de menos. Mi mejor amigo (mucho más aficionado que yo, y quien ha seguido coleccionando los libros de cada mundial), también la buscaba como loco por todas partes, pero corrió con la misma suerte.

A partir de ese momento decidí no volver a llenar un álbum de nada, ya que la frustración fue más fuerte que la ilusión primera.
Los años fueron pasando y mi gusto por los álbumes logró desaparecer por completo. Primero, porque ya no me generaba la misma alegría, ni curiosidad llenar uno de ellos. Segundo, porque con el paso de las lunas me pareció aburrido estar esclavo de llenar unas páginas con figuras de gente o animalitos que se llenarían de polvo en un rincón de mi casa (en el mejor de los casos), o que terminaría en el bote de la basura como sucedió con todos, a excepción del Panini de Italia 90, que conservo aún entre mis documentos valiosos, y el que he estado a punto de arrojar varias veces.
Solamente dos semanas atrás, y por razones que nunca podré explicarme, conocí a alguien en una reunión de trabajo, y terminamos hablando de la Copa América que se juega por estos días en Chile. Conversamos de fútbol y de su historia, de goles gloriosos, de jugadores emblemáticos, de mundiales pasados, y de la afición ilógica de llenar los famosos álbumes que salen cada cuatro años. Le conté entre risas y ensalada, que me faltó una figurita del mundial de Italia 90, y que nunca pude hallarla.
Creo que aquella persona notó mi latente pesar por jamás haber podido llenar aquel álbum, y rápidamente se interesó en saber cuál jugador era el que me faltaba.
Un día después y de forma sorpresiva, recibí en mi oficina un sobre de manila gigantesco, en el que se encontraba un tesoro que busqué por más de 25 años. Junto a él estaba una nota de aquella persona, en la que me decía que estaba feliz de hacerme llegar aquel jugador tan buscado.

Mis ojos no podían creer lo que veían. Después de muchos años de pesquisa tenía por fin en mis manos la pieza que llenaba el álbum guardado en uno de mis cajones. La figurita estaba intacta, nueva, sin una arruga.
Tomé la monita con suavidad, la olí, le hablé, y saqué con velocidad el álbum en cuestión. Abrí la única página que quedaba con un espacio en blanco, y posé la figura en aquel cuadro vacío, para ver cómo se veía completa.

Sin embargo, no le quité el adhesivo trasero, ni me atreví a pegarla.

Dejé pasar los días, y analicé el significado de aquella ficha clave para llenar el vacío que tengo. Recordé a mi amigo y pensé que su vacío incluso es mayor. Así que tomé una decisión dolorosa. Aquella bella figurita no podría quedarse conmigo, porque realmente mi felicidad generaría un vacío ajeno.

Esta tarde, la figurita ha partido de mis manos. Ahora, viaja rumbo a su destino final. Las manos de mi amigo que tanto la necesita, y que al recibirla notará un cambio en su vida. (Para él, el fútbol lo es todo).
Ahora, he vuelto a guardar el viejo álbum en su cajón habitual, pero esta vez ya no está vacío, pues logró tener entre sus brazos aunque fuese por 10 segundos, a la ficha con camiseta rayada que había anhelado toda su vida.
Creo que soy un mal pirata. Y aunque tenga un parche en el ojo, y casi una mano con un gancho, mi meta no es acaparar tesoros.


Gracias a vos por regalarme aquella valiosa ‘monita’ que genera tanta felicidad.



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