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martes, 22 de diciembre de 2015

¿De qué marca es tu cara?


Salgo del parqueadero de mi edificio en mi carro, al momento en que uno de los muchos vecinos que tengo y desconozco, entra en su auto convertible. Por un segundo nos detenemos frente a frente y nuestras miradas se cruzan. Le obsequio una sonrisa de cortesía, y él me la cambia por una mirada de enfado con ceño fruncido incluido.

Sin saber, ni importarme el motivo de la mala cara, sigo mi ruta. Justamente en la esquina, pasa una mujer en una camioneta gigantesca y me corta el camino. Logro reaccionar con rapidez y evitar un choque inminente. La conductora me mira como si yo fuera el culpable, y me grita una grosería que me llega directamente al oído izquierdo. Luego acelera y se pierde a la distancia, dejándome ver uno de sus dedos (artrítico y torcido).

Sigo mi camino y me detengo en una luz. Junto a mí hay un carro pequeñito que suena como cafetera oxidada. Miro al dueño del carruaje, y este también me mira y me sonríe. Una sonrisa también aflora en mi cara, seguida de un saludo cordial.

Minutos después arribo a mi trabajo. En la entrada del parqueadero hay un lujoso auto deportivo obstaculizando el paso. Espero con paciencia a que el conductor se mueva y me deje continuar, pero este sigue charlando con alguien y parece no importarle la suerte de los que venimos atrás.

Después de casi un minuto, decido que es más sutil subir la luz alta que pitar. Al ver que el hombre no se mueve hacia un lado para que yo pase, pito con suavidad. Inmediatamente se baja de su hermoso carro y me dice en inglés ¿cuál es tu problema amigo?

Le explico que necesito pasar y que he estado esperando por dos minutos a que se mueva.

Como si yo fuera culpable de un delito, el individuo se despide de sus interlocutores y avanza, mientras ellos me dan una mirada de descontento y hablan entre ellos de lo rudo que he sido. Pienso por un segundo en decirles que llevamos esperando mucho rato a que su amigo se mueva, pero decido no botar mis frases al aire, porque estoy seguro que ellos no quieren escucharlas. Logro aparcar el auto en un rincón cualquiera y camino hacia el elevador, y en ese momento escucho el pito repetitivo de otro auto detrás de mí. Giro mi enorme cabeza y veo a una mujer que me indica que se ha caído algo.

La miro y le doy las gracias, mientras busco mis gafas en el piso. La señora que conduce un Toyota parecido al mío, espera a que me ponga en pie y me desea un buen día.

Ignoro el por qué, pero la mayoría de las ocasiones que veo a alguien manejando un auto lujoso, por alguna razón o ley universal desconocida, esta persona tiende a tener un comportamiento inaceptable, como si fueran más que otros porque manejan un carro más costoso. No quiero generalizar, pero es normal ver a sujetos tras volantes de Ferraris, Maseratis, incluso BMW’s y Mercedes, que adoptan actitudes incomprensibles mientras manejan.

Es como si la marca del auto la llevaran en su cara o en su accionar. Es más fácil ver al dueño de un auto de lujo acelerar y volarse un semáforo en rojo (mientras nos hacen escuchar a todos los transeúntes su música preferida), que ver al dueño de un Hyundai, un Nissan o un Chevrolet, con cara de villano y pensando que son más importantes que los demás.

¿Será que es requisito al manejar un coche de lujo, llevar cara de amargado o actitud de hijo de puta?

Quizás sí, habría que leer las instrucciones del auto.

Por ahora te pregunto ¿de qué marca es tu cara?

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