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viernes, 1 de noviembre de 2013

Mis 7 caballos de paso.

Es el primer día de noviembre, y las 6 de la tarde suenan en el reloj que reposa sobre mi estante de libros. Inconscientemente miro la hora en el reloj que llevo en mi brazo izquierdo, y compruebo que en realidad son las 6 de la tarde.
Analizo un poco, y me doy cuenta que estoy rodeado de esos bichos que como marcapasos me agobian con su paso del tiempo incontrolable. Hay un reloj en la parte inferior derecha de mi pantalla del computador, uno en el teléfono de la oficina, uno en el celular, uno en la pared, otro en mi muñeca y uno más en el estante de libros.
O sea, en total son 7 relojes a mi lado -porque tengo dos celulares-, y aun así cada rato pregunto la hora a quienes vienen a mi oficina.
-¿Por qué no miras a uno de los 7 que tienes, idiota-, imagino que piensan las personas a las que interrogo con mi duda de tiempo.
Un sentimiento de extremo agobio me embarga al saber que me debo tanto al paso galopante del maldito segundero, o segunderos, porque en mi caso son 7.
Decido entonces quitarle la pila al reloj que reposa al lado de mis libros, además descuelgo de la pared blanca el reloj que me mira apresurado, y lo guardo en un cajón.
Intento hacer algo con el de la pantallita del computador, o con el de los teléfonos, pero no logro desaparecerlos.
Me quito además el de mi brazo izquierdo, y lo guardo en el maletín.
Pero el tiempo seguirá pasando quiéralo yo, o no, sin que nadie pueda evitarlo; y por más pilas que le quite al reloj, o por más que pretenda no ver esos minutos que me afanan los días, sigo siendo un esclavo del movimiento certero de los segundos.
Para la muestra un ejemplo claro, ya hoy es 1 de noviembre, y cuando menos lo pensemos estarán todas las tiendas llenas de artículos navideños, y el año se acabará.
El tiempo no se detiene, y yo debo aprender a bailar con él paso a paso, hasta que un día (espero lejano), sea yo el que detenga mis letras.
Buen inicio de mes para todos. Abrazos.

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