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jueves, 14 de noviembre de 2013

Me duele el hambre.

Hace pocas horas me encontré esta foto en la red social de uno de mis amigos.


El letrero que está sobre aquel niño dice lo siguiente: “No está pasando aquí, pero está pasando en este momento”.

Ignoro en qué lugar del mundo reposa esta valla publicitaria, pero eso no importa. Lo relevante aquí es la fuerza del mensaje, y una vez más queda comprobada que una imagen vale más que mil palabras. (Razón por la que quise comenzar esta nota con la fotografía).

Personalmente al mirar este niño recogiendo migajas del piso, y visiblemente necesitado, el primer sentimiento que me acompaña es el de la tristeza, al saber que como él hay tantos no solamente en África, de donde asumo es el de la foto, pero inclusive personas como él, se ven por doquier, en tu país, en el mío, y en casi todos.

Al momento de ver esta fotografía, estaba comiéndome un emparedado calientico de jamón y queso, el que se quedó atrancado entre mi garganta y el corazón, y un sentimiento de culpa que no entiendo, se apoderó de mí, y no pude terminarlo.

Inmediatamente después pensé en toda la comida que he consumido hoy, y me sentí mucho peor.

Esta mañana desayuné con cereal y frutas, luego me preparé mi acostumbrado café y le adicioné dos rebanadas de pan fresco. Horas más tarde fui a un supermercado y compré una sopa de almejas, y no contento con eso, al llegar a casa comí arroz, carne, una ensaladita, un vaso de leche y un pedazo de torta.

Y en este preciso momento, leo que acabo de escribir tres párrafos atrás que no entiendo mi sentimiento de culpa, pero al enumerar mis alimentos de hoy, es claro que la culpa es producto de mi gula, ya que además del sándwich, ya había terminado un paquetico de galletas de fresa, y un jugo de guayaba dulce.

Analizando nuevamente la foto de este pequeño, no puedo obviar que un sentimiento de rabia me absorba, esta vez al pensar en lo injusto que es, que millones de seres como él, sobrevivan a medias cada día, y que otras personas como yo, -y ojalá como tú-, que el único problema que tenemos con la comida, es escoger qué queremos hoy, o mañana.

Recuerdo que cuando era niño y no quería la sopa de mi vieja, ella me decía que mientras yo hacía pataleta por la comida, millones de niños morían de hambre, a lo que le contestaba que por qué no se las enviábamos, terminando la mayoría de las veces con un par de nalgazos como castigo.

Pero no comprendo todavía, cómo la avaricia, las ganas de poder, la ambición desmedida, haya logrado que millones de seres inocentes luchen desesperadamente por sobrevivir, y que niños y ancianos tengan que morir de hambre en una esquina.

Y es que el hambre no debería ser una constante en nuestro mundo actual, sino un mal recuerdo de sociedades involucionadas, pero lamentablemente aún vivimos en estas sociedades, y cada uno de nosotros contribuye para que el sistema que nos esclaviza continúe.

¿Para qué las clases sociales, o la diversidad de religiones y credos espirituales, o pensar en el cielo y el infierno, o sentirse más que otros, vestir mejor y enfocarnos en marcas de ropa, autos, o presumir ante una sociedad que no nos da nada a cambio?

Mientras niños como el de la foto solamente anhelan algo que comer, nosotros seguimos con los ojos tapados intentando vivir mejor, y tener un mejor destino, inclusive después de muertos. Pero ¿Cómo vivir mejor cuando hay seres a nuestro alrededor que sufren hambre y frío? ¿Acaso no somos todos uno mismo, o hermanos como dirían en las iglesias?

Lamentablemente no expongo en este escrito la solución al hambre mundial, -pues no la tengo-, y mis letras son simples gritos ahogados de rechazo e insatisfacción por la suerte ajena, pero de algo sí estoy completamente seguro: Cada acción que realicemos en pro de quienes sufren a nuestro lado, hace una inmensa diferencia en el mundo.

Así que ¿por qué no hacer la diferencia en este planeta donde más de 7 billones de seres humanos, nos necesitamos unos a otros?

4 comentarios:

  1. Como.siempre me encantan tus escritos. Este me toco el alma pues me duele saber que son uno mas de los que no hace la diderencia. Pero tus palabras crean consciencia. No son um grito ahogado..

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  2. Diferencia. Disculpa mi apuro.

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  3. Héctor, soy periodista, y al igual que tú al leer tu texto se me arruga el corazón. Esta reflexión me toca el alma y estoy segura que a más de uno también. En el transcurso de estas lineas tampoco puedo evitar sentirme culpable por lo que comí hoy. Tu vivencia, crónica y sentimiento es muestra de la conciencia de cambio que todos queremos en el mundo. buena capacidad de síntesis. un abrazo y espero que hayas recuperado el apetito.

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  4. Héctor, soy periodista, y al igual que tú al leer tu texto se me arruga el corazón. Esta reflexión me toca el alma y estoy segura que a más de uno también. En el transcurso de estas lineas tampoco puedo evitar sentirme culpable por lo que comí hoy. Tu vivencia, crónica y sentimiento es muestra de la conciencia de cambio que todos queremos en el mundo. buena capacidad de síntesis. un abrazo y espero que hayas recuperado el apetito.

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