Hace pocas horas
me encontré esta foto en la red social de uno de mis amigos.
El letrero que
está sobre aquel niño dice lo siguiente: “No
está pasando aquí, pero está pasando en este momento”.
Ignoro en qué
lugar del mundo reposa esta valla publicitaria, pero eso no importa. Lo
relevante aquí es la fuerza del mensaje, y una vez más queda comprobada que una
imagen vale más que mil palabras. (Razón por la que quise comenzar esta nota
con la fotografía).
Personalmente al
mirar este niño recogiendo migajas del piso, y visiblemente necesitado, el primer
sentimiento que me acompaña es el de la tristeza, al saber que como él hay
tantos no solamente en África, de donde asumo es el de la foto, pero inclusive personas
como él, se ven por doquier, en tu país, en el mío, y en casi todos.
Al momento de
ver esta fotografía, estaba comiéndome un emparedado calientico de jamón y
queso, el que se quedó atrancado entre mi garganta y el corazón, y un
sentimiento de culpa que no entiendo, se apoderó de mí, y no pude terminarlo.
Inmediatamente
después pensé en toda la comida que he consumido hoy, y me sentí mucho peor.
Esta mañana
desayuné con cereal y frutas, luego me preparé mi acostumbrado café y le
adicioné dos rebanadas de pan fresco. Horas más tarde fui a un supermercado y
compré una sopa de almejas, y no contento con eso, al llegar a casa comí arroz,
carne, una ensaladita, un vaso de leche y un pedazo de torta.
Y en este
preciso momento, leo que acabo de escribir tres párrafos atrás que no entiendo
mi sentimiento de culpa, pero al enumerar mis alimentos de hoy, es claro que la
culpa es producto de mi gula, ya que además del sándwich, ya había terminado un
paquetico de galletas de fresa, y un jugo de guayaba dulce.
Analizando
nuevamente la foto de este pequeño, no puedo obviar que un sentimiento de rabia
me absorba, esta vez al pensar en lo injusto que es, que millones de seres como
él, sobrevivan a medias cada día, y que otras personas como yo, -y ojalá como
tú-, que el único problema que tenemos con la comida, es escoger qué queremos
hoy, o mañana.
Recuerdo que cuando
era niño y no quería la sopa de mi vieja, ella me decía que mientras yo hacía
pataleta por la comida, millones de niños morían de hambre, a lo que le
contestaba que por qué no se las enviábamos, terminando la mayoría de las veces
con un par de nalgazos como castigo.
Pero no
comprendo todavía, cómo la avaricia, las ganas de poder, la ambición desmedida,
haya logrado que millones de seres inocentes luchen desesperadamente por
sobrevivir, y que niños y ancianos tengan que morir de hambre en una esquina.
Y es que el
hambre no debería ser una constante en nuestro mundo actual, sino un mal recuerdo
de sociedades involucionadas, pero lamentablemente aún vivimos en estas
sociedades, y cada uno de nosotros contribuye para que el sistema que nos
esclaviza continúe.
¿Para qué las
clases sociales, o la diversidad de religiones y credos espirituales, o pensar
en el cielo y el infierno, o sentirse más que otros, vestir mejor y enfocarnos
en marcas de ropa, autos, o presumir ante una sociedad que no nos da nada a
cambio?
Mientras niños
como el de la foto solamente anhelan algo que comer, nosotros seguimos con los
ojos tapados intentando vivir mejor, y tener un mejor destino, inclusive después
de muertos. Pero ¿Cómo vivir mejor cuando hay seres a nuestro alrededor que
sufren hambre y frío? ¿Acaso no somos todos uno mismo, o hermanos como dirían en
las iglesias?
Lamentablemente
no expongo en este escrito la solución al hambre mundial, -pues no la tengo-, y
mis letras son simples gritos ahogados de rechazo e insatisfacción por la
suerte ajena, pero de algo sí estoy completamente seguro: Cada acción que realicemos
en pro de quienes sufren a nuestro lado, hace una inmensa diferencia en el
mundo.
Como.siempre me encantan tus escritos. Este me toco el alma pues me duele saber que son uno mas de los que no hace la diderencia. Pero tus palabras crean consciencia. No son um grito ahogado..
ResponderEliminarDiferencia. Disculpa mi apuro.
ResponderEliminarHéctor, soy periodista, y al igual que tú al leer tu texto se me arruga el corazón. Esta reflexión me toca el alma y estoy segura que a más de uno también. En el transcurso de estas lineas tampoco puedo evitar sentirme culpable por lo que comí hoy. Tu vivencia, crónica y sentimiento es muestra de la conciencia de cambio que todos queremos en el mundo. buena capacidad de síntesis. un abrazo y espero que hayas recuperado el apetito.
ResponderEliminarHéctor, soy periodista, y al igual que tú al leer tu texto se me arruga el corazón. Esta reflexión me toca el alma y estoy segura que a más de uno también. En el transcurso de estas lineas tampoco puedo evitar sentirme culpable por lo que comí hoy. Tu vivencia, crónica y sentimiento es muestra de la conciencia de cambio que todos queremos en el mundo. buena capacidad de síntesis. un abrazo y espero que hayas recuperado el apetito.
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