Translate

viernes, 11 de septiembre de 2015

El precio de la sinceridad

-Qué bien te quedó eso que escribiste-, me dice alguien a quien considero un buen amigo. Inmediatamente mi mente se siente bien, y agradezco su comentario, al tiempo en que mi ego se robustece.

Creo que si me hubiera dicho:
-Eso que escribiste es una mierda y no me gusta-, no lo hubiera considerado uno de mis buenos amigos, y pensaría seguramente en: ¿qué le hecho a ese individuo detestable para que me tenga tanta envidia y rabia?

Luego analizo: ¿Somos objetivos con lo que escuchamos? ¿Con la sinceridad ajena? ¿Con la verdad que no nos gusta? ¿Somos sinceros con nosotros mismos, o nos gusta jugar a las mentiras para sentirnos bien?

He descubierto que a medida que digo lo que pienso, pierdo amigos. La verdad me importa poco perderlos, pues nunca han sido amigos en primer lugar, y segundo, si alguien es mi amigo porque le digo cosas bonitas, pues no vale la pena tener amigos tan baratos y predispuestos a escuchar solo lo que les conviene.

La sinceridad tiene un precio, y es costoso. A veces es que te pongan a un lado, otras ocasiones es ser odiado,  amenazado, censurado, clasificado como rudo, enemigo, o en el peor de los casos silenciado porque la verdad es molesta; muy molesta.

¿Acaso te gusta que te contesten que sí estás gorda cuando lo preguntas? o que cantas horrible cuando preguntas con cara de idiota ingenuo ¿si les gustó tu canción?

-¿Lo hice bien? -¿Te gustó mi libro? -¿Soy un buen polvo? -¿Me visto bien?, etc, etc, etc.

La verdad no está hecha para que todos la asuman (lastimosamente), y ahí entonces vienen muchas mentiras u omisiones de verdades, que aunque no las justifico 'a veces', son dichas para no herir los sentimientos ajenos.

-Cantas precioso, casi como un risueñor-, dirás con miedo a que se te crezca la nariz, mientras por dentro estás pensando (-Dios, tiene más oído un estómago).

-¿Gorda? No, si estás súper bella, es más, creo que has bajado muchos kilos-, mentirás de nuevo, para evitar una confrontación en la que perderás al fin y al cabo.

El problema con estas mentiras es que vamos creando un mundo de falsedades, donde empezamos a decir lo que otros quieren escuchar para ganar adeptos, amistades, conveniencias laborales, económicas o de otro carácter. 

¿Cuántas veces vemos en nuestros trabajos personas que no llevan la contraria a nada ni a nadie, solo por el hecho de que los mandos superiores no los tengan en la mira? Incluso, ¿cuántas personas tienden a besar traseros de una u otra forma para pertenecer a una élite que les convenga por X o Y razón?

Un escritor reconocido me decía que es más fácil creer que dudar, asentir con ideas ajenas a decir la propias; así generen molestia; y la verdad es que tiene razón. Ser sincero con lo que pensamos en un lujo que no podemos darnos todo el tiempo, pero por más difícil y molesto que resulte, debemos intentar hacerlo lo que más podamos, ya que por lo menos debemos ser sinceros con nosotros mismos.

Siento que la vida es corta, muy corta, como para andar generado amistades basadas en conveniencias, falsedades, miedo a expresarnos, a decir lo que pensamos o sentimos, solo por el temor de ser juzgados, de ser excluidos o tener menos oportunidades.

Ahora bien, si no aceptamos con entereza estas pequeñas verdades, imagínense si comenzamos a enterarnos que muchas de esas enseñanzas sociales, religiosas o históricas con la que hemos crecido, son mentiras. ¿Qué haríamos?

¿Estamos preparados para darnos cuenta que hemos sido engañados por generaciones con teorías usadas para conveniencias ajenas? ¿Para aceptar lo que otros digan de nosotros? ¿Para tolerar las ideas diferentes sin prejuicios? ¿Para ser amigos de los que nos critican? ¿Para dar oportunidades a aquellos que no nos dicen lo que queremos escuchar? ¿Para aceptar nuestras debilidades sin hacer un drama fatal, ni querer mandar todo al carajo? 

¿Estamos preparados para asumir la sinceridad ajena? ¿Para ser sinceros 100% con otros?

Buena suerte entonces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario