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domingo, 1 de marzo de 2015

Perfecta imperfección


-Decreta lo que quieres, y piensa positivo en todo momento, así todas las cosas que quieres llegarán a tu vida-, me dijo una persona que había conocido minutos antes, y quien repartía consejos durante su conferencia motivacional.
En un principio acepté su exhortación sin pensar demasiado, pero minutos después, de camino a casa, comencé a analizar sus palabras vacías y sin sentido alguno.

-¿Decretando lo que quiero se me cumplen los sueños? ¿Pensar positivo en todo momento?-, uy, como difícil poder hacerlo.

Y es que ¿cómo pensar que todo es maravilloso y de color rosa cuando estás en serios problemas? Cuando se ha muerto un ser querido, cuando te han echado del trabajo, cuando pierdes un brazo, cuando el negocio en el que invertiste tanto dinero, vida y sueños se viene al piso y colapsa rompiéndote las ilusiones, cuando tienes que batallar con la vida misma diariamente solo para conseguir el pan diario para vos y tu familia, cuando no alcanza el dinero para pagar la renta y los impuestos, cuando aquellos sin alma secuestran un familiar y lo asesinan solamente porque no hubo plata suficiente para pagar su rescate, cuando un gobierno de mierda limita tu libertad de expresión y de crecimiento, ¿cómo pensar en estos y otros casos, que la vida es maravillosa?

He llegado a la conclusión que la vida no es estupenda siempre. La felicidad es momentánea, y los días tienen sus ventajas y desventajas.
Es grandioso que tengamos (muchos de nosotros) el poder de elegir con quien nos acostamos, a quien amamos, qué leer, qué comer, en qué creer. Es fenomenal tener el libre albedrío de decidir después de una caída abismal, ponernos de pie y tratar de proseguir con una lección aprendida, pero este proceso cuesta toneladas, y no es fácil asumirlo.

Aunque respeto sus trabajos, estoy en desacuerdo con aquellos ‘gurus’ motivacionales que andan por cada rincón del planeta dando clases de felicidad e intentando enseñarnos a alcanzar nuestras metas.  
Menciono que respeto este trabajo, porque conozco todo el esfuerzo que requiere. Además no es fácil lograr tener poder de convencimiento para atrapar las mentes de millones de personas que anhelan salir de sus fracasos y problemas diarios y alcanzar el edén prometido.

-Soy feliz y puedo alcanzar todo lo que me propongo-, gritará uno de estos ‘maestros’ (as), desde el ventanal enorme de su penthouse en una gran ciudad del mundo, mientras sus secretarias y asistentes anotan en cuadernillos sus frases ‘positivas’ para que posiblemente aparezcan en sus próximas publicaciones.
Mientras tanto, la señora que limpia su casa, quizás una mujer latinoamericana inmigrante, con una familia a cuestas para sostener, con poco inglés, y movilizándose en un bus público para llegar a su casa, fuera de las calles que tiene que recorrer a pie, pensará que el positivismo y el decreto al universo de sus anhelos, no son suficientes para lograr que su estatus migratorio se legalice, o que otros no la discriminen por provenir de una sociedad distinta, o poder pagar la universidad de sus hijos, o que su familia en su país de origen deje de padecer la inseguridad que viven a diario. Para ella, para otros, para mí, los pensamientos positivos constantes, los decretos diarios de mis anhelos, la sonrisa permanente que emula al hombre feliz inexistente, no significan un cambio coyuntural en la vida.

Ahora bien, estar agradecidos con la vida es una cosa totalmente distinta. Yo personalmente soy un afortunado, pero al igual que todos tengo problemas constantes que me hacen desesperar, tomar una pastilla para los nervios, llorar, gritar, golpear una pared, maldecir, querer dormirme 3 meses y no despertar al próximo día, mandar todo al carajo. Creo que estos estados de ánimo son normales, y pretender vivir en la burbuja de la felicidad es contraproducente.
¿Cómo un motivador pretende organizar mi vida sin ni siquiera saber cómo me llamo, qué hago, cuáles son mis problemas, etc.? No obstante, con sus sermones de positivismo, han logrado crear un imperio que aumenta en el mundo entero, y que se ha convertido incluso en profesión.

Muchos de ellos nos muestran una faceta de su vida donde la perfección es prioridad. Según algunos, gracias a su forma de ver la vida ahora son personas importantes, económicamente exitosas, felices, sanas, e incluso son consideradas como espiritualmente avanzadas.

No generalizo, porque conozco algunos con propósitos sinceros y enfocados en ayudar de verdad.
Seamos claros. Pienso que todos queremos vivir mejor. Negarlo sería una imbecilidad, pero ¿por qué necesitamos que un extraño (a) sea el encargado de mejorar nuestra existencia?

La respuesta la tendrá cada uno. Personalmente creo que se debe a la debilidad mental del humano. Siempre tenemos que aferrarnos a algo para sentirnos protegidos. No conocemos aun nuestro poder personal, la capacidad que tenemos, la fuerza que guardamos dentro, y que puede salir a relucir sin que otros guíen un rebaño donde perdemos individualidad.
La vida es difícil, y esa premisa hay que aceptarla con inteligencia.

-¿Por qué se murió?-, gritarán muchos ante el ataúd de su ser querido.
-Pues porque es la ley de la vida. Todos nos morimos. Yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros y ellos. Todos. ¿Difícil de aceptar? Claro que sí, pero una vez más, así es la vida.

Hay que aprender a aceptar que en este camino llegan buenos y malos momentos, y no podemos dejar ni que los buenos nos cieguen al punto de perder la humildad, ni que los malos nos maten.
Mi motivación personal diaria es mirar por mi ventana y ver el mundo desigual. Observar los edificios lujosos, los autos con marcas que ni conozco, la opulencia, el poder y las ansias desbordadas de muchos. Luego mirar a otro lado, y ver viejos en la calle arropados con sacos rotos, mal olientes y desnutridos. Niños durmiendo en la soledad, padres intentando sacar sus familias a flote, personas que tienen dos trabajos y luego van a la escuela con miras a vivir mejor, gente de cualquier condición social que se levanta diariamente con la esperanza de un mundo mejor, y que regalan una sonrisa desinteresada sin saber el estatus social de quien la recibe.

Mi mejor motivación es saber que mi imperfección es perfecta.

 

 

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