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jueves, 5 de marzo de 2015

Lavo platos y escribo.

Los rayos del sol impactan en mis ojos con malicia. El sonido de mi estómago no deja lugar a equívocos: tengo hambre. Ha pasado el mediodía, y he decidido que compraré almuerzo. He estado escribiendo desde tempranas horas de la mañana y la verdad, lo único que he hecho en la cocina hoy es café.

Recordé entonces que hay un buen sitio de comida china justo a dos cuadras de mi apartamento. Me puse unos tenis viejos y opté por dejarme puesta la camiseta viejita y rota que llevaba en casa durante la mañana.
Bajé a la calle y caminé hasta el local de comidas, donde me esperaría el arroz extranjero que saciaría mi apetito. Al llegar a aquel lugar me atendió una joven que jamás haba visto allí.
Ordené mi caja de arroz y unos espaguetis con camarones.
-¿Eres mexicano?-, me preguntó aquella mujer con amabilidad.
Le dije que era colombiano, pero que había vivido por más de tres años en El Paso, Texas, una ciudad fronteriza con ciudad Juárez en México, y que quizás por esto se me habría pegado algo del acento.
Seguimos conversando, y me contó que era mitad nicaragüense y mitad mexicana, y que se había graduado en su país como arquitecta; pero debido a la situación de inseguridad prefirió venir a Estados Unidos junto a su esposo.
La muchacha se sintió un poco apenada de trabajar tomando órdenes en aquel lugar de comidas.
-Espero pronto aprender inglés y poder validar mi carrera, mientras tanto tengo que trabajar en lo que sea-, me dijo, y sentí en su voz nuevamente algo de tristeza por no poder ejercer su profesión y estar trabajando en otro oficio.
-¿Y a qué te dedicas?-, me preguntó.
Le conté que soy periodista en un canal de televisión y que me gusta escribir, pero inmediatamente, le dije que mis inicios en este país también habían sido complicados, ya que llegué sin inglés, y no precisamente a Miami (donde el español es idioma común).
Le indiqué que en Nueva York trabajé de ayudante de mesero, dishwasher (lavaplatos en un restaurante), repartidor de periódicos, aseador de oficinas, entre otros oficios, pero que siempre me empeñé en estudiar inglés y con el tiempo pude entrar a la universidad.
-Ningún trabajo es vergonzoso-, aduje, intentándola animar.
-¿De verdad fuiste dishwasher en un restaurante?-
-Sí, y allí duré varios meses. Así que créeme que estás en un buen trabajo-.
Inmediatamente, un hombre chino de aproximadamente unos 60 años, y quien creo había estado escuchando parte de nuestra conversación detrás de bambalinas, salió y me miró de pies a cabeza.
Lógicamente mi camiseta rota, mis tenis azules sucios y viejos, y mi jean caído y descolorido, causaron en él una primera impression.
-Are you looking for a job as a dishwasher?  (¿Estás buscando trabajo como lavaplatos?-, indicó el asiático, y luego añadió:
-If you are interested you can start tomorrow (Si te interesa puedes empezar mañana)
Le di las gracias y le dije que afortunadamente tenía un trabajo en este momento, pero antes de irme con mi almuerzo, le estreché su mano, pensando que nunca se deben cerrar las oportunidades, ya que mi campo laboral es inestable, y sé que nadie es indispensable en la vida.
Por ahora seguiré escribiendo y lavando platos en mi casa.

 

 

 

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