Los rayos del sol
impactan en mis ojos con malicia. El sonido de mi estómago no deja lugar a
equívocos: tengo hambre. Ha pasado el mediodía, y he decidido que compraré
almuerzo. He estado escribiendo desde tempranas horas de la mañana y la verdad,
lo único que he hecho en la cocina hoy es café.
Recordé entonces
que hay un buen sitio de comida china justo a dos cuadras de mi apartamento. Me
puse unos tenis viejos y opté por dejarme puesta la camiseta viejita y
rota que llevaba en casa durante la mañana.
Bajé a la
calle y caminé hasta el local de comidas, donde me esperaría el arroz
extranjero que saciaría mi apetito. Al llegar a aquel lugar me atendió una
joven que jamás haba visto allí.
Ordené mi
caja de arroz y unos espaguetis con camarones.
-¿Eres mexicano?-,
me preguntó aquella mujer con amabilidad.
Le dije que era
colombiano, pero que había vivido por más de tres años en El Paso, Texas, una
ciudad fronteriza con ciudad Juárez en México, y que quizás por esto se me
habría pegado algo del acento.
Seguimos
conversando, y me contó que era mitad nicaragüense y mitad mexicana, y
que se había graduado en su país como arquitecta; pero debido a la situación de
inseguridad prefirió venir a Estados Unidos junto a su esposo.
La muchacha
se sintió un poco apenada de trabajar tomando órdenes en aquel lugar de
comidas.
-Espero pronto
aprender inglés y poder validar mi carrera, mientras tanto tengo que trabajar
en lo que sea-, me dijo, y sentí en su voz nuevamente algo de tristeza por no
poder ejercer su profesión y estar trabajando en otro oficio.
-¿Y a qué te
dedicas?-, me preguntó.
Le conté que soy
periodista en un canal de televisión y que me gusta escribir, pero
inmediatamente, le dije que mis inicios en este país también habían sido
complicados, ya que llegué sin inglés, y no precisamente a Miami (donde el
español es idioma común).
Le indiqué que en
Nueva York trabajé de ayudante de mesero, dishwasher (lavaplatos en un
restaurante), repartidor de periódicos, aseador de oficinas, entre otros
oficios, pero que siempre me empeñé en estudiar inglés y con el tiempo pude
entrar a la universidad.
-Ningún trabajo es
vergonzoso-, aduje, intentándola animar.
-¿De verdad fuiste
dishwasher en un restaurante?-
-Sí, y allí duré
varios meses. Así que créeme que estás en un buen trabajo-.
Inmediatamente, un
hombre chino de aproximadamente unos 60 años, y quien creo había estado
escuchando parte de nuestra conversación detrás de bambalinas, salió y me miró
de pies a cabeza.
Lógicamente mi
camiseta rota, mis tenis azules sucios y viejos, y mi jean caído y descolorido,
causaron en él una primera impression.
-Are you looking for a job as a dishwasher? (¿Estás buscando trabajo como lavaplatos?-, indicó el
asiático, y luego añadió:
-If you are interested you can start
tomorrow (Si
te interesa puedes empezar mañana)
Le di las gracias
y le dije que afortunadamente tenía un trabajo en este momento, pero antes de
irme con mi almuerzo, le estreché su mano, pensando que nunca se deben cerrar
las oportunidades, ya que mi campo laboral es inestable, y sé que nadie es
indispensable en la vida.
Por ahora seguiré
escribiendo y lavando platos en mi casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario