Translate

domingo, 1 de diciembre de 2013

El mejor amigo de todos: El condón


 
Entro a un supermercado, me dirijo al pasillo de productos de salud, y escojo una caja de preservativos de mi gusto.

Mientras estoy escogiendo los que me llevaré a casa, veo a varias personas que pasan por mi lado y me miran como si mi acción fuera ilegal.

Al lado de los condones, hay varios productos similares. Les echo un vistazo, leo algunas de las cajas, y decido también llevarme un lubricante.

Mientras camino a la caja registradora, recuerdo que sólo queda en mi cocina un poco de vino. Decido entonces ir por una botella.

Al llegar a la fila para pagar, noto que delante de mí hay un hombre con su esposa de la tercera edad. La mujer observa mis productos, y luego me mira fijamente a los ojos, como queriendo preguntarme lo que haré con ellos.

-Sí, el vino me lo tomaré, el lubricante lo usaré, y el preservativo me protegerá-, me provoca decirle, pero me abstengo de hacer comentario alguno.

Luego, su esposo observa mi cajita de condones, mi botella de vino, y mi lubricante, y me encorva sus cejas en señal de descontento.

La cajera que observa la escena incómoda, se une a la actitud de la pareja, y tras sus anteojos me lanza una mirada de reproche.

Me dan ganas de dejar mi compra sobre el mostrador y salir rápidamente del sitio, pero al intentarlo me doy cuenta que detrás de mí hay unas jovencitas que tampoco han quitado su mirada sobre mis productos, y quienes se ríen mientras juegan a crear una historia ficticia sobre mi noche.

Mi rostro se torna rojo. Sé que no estoy haciendo nada de malo, pero me siento nervioso, tal como si me alistara a robar aquel supermercado.

Recapacito instantáneamente, y me doy cuenta que no tengo nada que esconder.

Aun así, es supremamente incómodo comprar preservativos, sobre todo cuando todos juzgan una compra tan normal y saludable.

Es mi turno de pagar. La cajera vuelve a mirarme, y no me saluda. Escanea mis condones, luego mi lubricante, y después me pide una identificación para constatar mi edad, y poder entregarme el vino.

Me doy cuenta nuevamente que todas las miradas están sobre mi cara rojiza.

-¿Le empaco los condones?-, me pregunta el hombre que está encargado de las bolsas plásticas.

-No, si quiere me los llevo puestos-, pienso dentro de mí.

-Por favor-, le contesto nervioso.

Hasta ahora me entero que el sexo es un delito que se paga con la vergüenza de buscar protección.

Salgo de aquel supermercado sudando, y listo para destapar la botella de vino y tomarme un trago que me quite el estrés de los últimos minutos.

La verdad, ir a comprar preservativos resulta una tarea difícil en sociedades donde todos opinan sobre tus actos, pero no por eso, debemos dejar de protegernos durante nuestras relaciones sexuales.

No permitas que la ignorancia de otros atente contra tu salud y tu futuro.

Hoy, primero de diciembre, es el día mundial de la lucha contra el Sida. Según la Organización de Naciones Unidas, existe un promedio de 35.6 millones de personas en el planeta viviendo con esta enfermedad.

A nadie le debe importar con quien te vayas a la cama, o la manera en que practiques el sexo, o cuántas veces lo hagas, nada de eso es problema de otros. Pero hay algo que a todos nos concierne, y es nuestra salud y la de nuestra pareja sexual.

Protegerse es tan sencillo como ponerte un condón, o exigir a tu pareja que lo haga.

No dejes que tus hormonas sean más rápidas que tus neuronas. Usemos un preservativo, cuidémonos y cuidemos a nuestra pareja.

Comprar un preservativo debe ser tan normal como comprar cualquier alimento cotidiano. Recuerda que tu vida puede depender de tu decisión.

El sexo nos puede tomar por sorpresa en cualquier momento, pero si estás preparado para protegerte, lo disfrutarás mucho más.

Abrazos y ¡salud con mi vino!

No hay comentarios:

Publicar un comentario