Su nombre es
Luis y en pocos días cumplirá 73 años. Luis nació en Cuba, y lleva más de 10
años viviendo en Miami con su esposa y su hija. Lamentablemente la vida no ha
sido fácil para él y su familia.
Luis trabaja en
la esquina de la calle 67 con la avenida 122 en Hialeah (Miami). Su labor
comienza a las 6 de la mañana, hora en la que tiene que salir de su casa con
rumbo a una tienda de flores, donde compra pequeños ramos de rosas, claveles,
girasoles y de vez en cuando una que otra orquídea.
Una vez con las
coloridas y aromáticas en sus artríticas manos, el viejo Luis se dispone a
caminar más de 20 cuadras hacia la esquina donde lleva trabajando por más de 5
años. Allí, sin importar la inclemencia del tiempo, aquel hombre intenta vender
sus flores, sabiendo que de ellas depende parte del sustento de sus dos mujeres.
-Mi esposa está
muy enferma en cama, y yo soy la única persona que la cuida-, me dice aquel hombre
de pocos dientes, y mirada noble.
Luis me comenta
que diariamente gana un promedio de 20 dólares, ya que por paquete vendido se
lleva para su propio bolsillo un dólar, aunque los fines de semana la venta
aumenta, y puede ganar hasta 30 dólares.
En medio de nuestra
conversación, el semáforo se pone en rojo, y entonces, aquel experto vendedor
de flores aprovecha y se acerca a cada carro ofreciendo sus bellas ejemplares,
pero no tiene suerte alguna y no logra despojarse de sus ramos.
Luis no se da
por vencido, y confiado en que podrá deshacerse de ellas, levanta la mano y
exhibe al aire los girasoles, mientras sonríe a los choferes, esperando que
alguno de ellos se enamore de las bellas hojas amarillas que iluminan aquella
esquina.
Una vez más la
luz cambia a verde, y Luis regresa al andén y continuamos nuestra entrevista no
oficial.
Le pregunto
cuántas horas se queda allí, pensando que es posible que venda sus flores en un
par de horas, pero para mi sorpresa, me dice que se queda hasta las 5:30 de la
tarde, y la mayoría de las veces no logra vender la totalidad de ellas, y
tampoco puede regresarlas a la tienda.
-Cuando no logro
vender algunas, se las llevo a mi hija. A ella le encantan las rosas rosadas-,
indica el buen Luis, aduciendo que su primogénita de 42 años, padece una
discapacidad mental.
Mi curiosidad
permanece, y le pregunto qué hace cuando tiene ganas de orinar, pues no veo
alrededor un sitio donde aquel hombre pueda entrar al baño. Luis me dice sin
tapujos que orina detrás de un arbolito, y me cuenta también que tiene en un
balde una botella de agua y un emparedado para su almuerzo.
Pienso en
preguntarle si se cansa con facilidad, o qué hace cuando llueve y tiene todas
sus flores, pero las palabras sobran en aquel momento, ya que las respuestas
son lógicas y las conozco por adelantado.
Me entristece
que Luis, a su edad, esté de pie en una esquina por horas y horas, implorando
que alguien le compre una flor.
La mañana en
Miami está fría. El viento helado al que poco estamos acostumbrados en esta
ciudad, hace que los transeúntes caminen con prisa, pero aquel hombre no tiene opción.
Me despido de
Luis con un apretón de manos, deseándole fortaleza y suerte. Él me regala una
sonrisa sincera, me desea un buen año y continúa con positivismo y energía en
sus movimientos, vendiendo sus bellas flores.
De camino a
casa, analizo la importancia de conversar personalmente con la gente que nos
rodea. Aprender de ellos el valor del trabajo, y primordialmente entender que a
veces nos quejamos por estupideces irrelevantes. Maldecimos nuestros días por
razones que a Luis le parecerían una burla.
Con el corazón arrugado,
agradezco al universo por mi suerte. Por tener a mi viejo a sus 76 años en casa
descansando. Pero también soy consciente que hay millones de personas como el
buen Luis, sufriendo las adversidades económicas del presente, y esperando
obtener el sustento básico hora tras hora.
Mi abrazo en la
distancia es para Luis, por su trabajo, dedicación y amor desinteresado por su
familia.
El mundo sería
mejor si hubiesen más seres como Luis, y menos políticos que ganan cantidades
desorbitantes y son los culpables de que los ‘Luis’ de cualquier país, estén
sufriendo tanto.
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