Suena mi teléfono
a las 4 de la mañana. Minutos antes he decidido que debo dormir, y es por eso
que el libro que leía y mi vaso de vino rojo vacío permanecen tibios en mi mesa
de noche.
Prendo la lámpara y miro la pantalla del celular. Es un número de muchos dígitos que no reconozco.
Prendo la lámpara y miro la pantalla del celular. Es un número de muchos dígitos que no reconozco.
-Hola-, contesto
mientras pienso que son malas noticias de mi país. No es que sea negativo, pero
esas llamadas de madrugada siempre me parecen sospechosas.
Del otro lado de
la línea escucho que cantan el feliz cumpleaños en un idioma desconocido.
Percibo la voz de un hombre, una mujer y un infante que ríe en el fondo.
Luego, alguien
me dice:
-Héctor:
Felicidades en tu día hermano-
Inmediatamente
sé que es uno de mis mejores amigos que vive en Ámsterdam con su esposa y la
pequeña hija de ambos. Los tres me felicitan, aunque ella y la bebé no hablan ni
español ni inglés, pero quiero creer que me desean lo mejor.
Agradezco aquel
gesto de amistad, y dudo si debo decirles que todavía falta una semana para mi
cumpleaños. Decido entonces no expresar nada de fechas aún.
Charlamos un
poco sobre nuestras vidas. La pequeña Beanka de 5 añitos me dice tío (según mi
amigo), y yo le digo a él, que le diga que la quiero.
-¿Cuándo vienes
a visitarme?- me pregunta, y le cuento que estoy planeándolo desde hace más de
5 años, y que espero pronto ir a conocer a mi sobrina putativa.
Me habla de
Ámsterdam, de su trabajo, de su familia, de sus amigas, de sus constantes
fiestas, y entre una cosa y otra decido servirme un nuevo vinito, y contarle
sobre mi vida, mi trabajo, mi familia, mis pocas fiestas, y mis planes futuros.
-Y… ¿qué harás
hoy en tu cumpleaños?-, pregunta con curiosidad.
-La verdad es
que el cumpleaños es la semana entrante-, le digo, -pero con tu llamada
comienzo a celebrarlo desde hoy-
Ambos reímos, y
mi amigo le cuenta a su familia sobre el error. Ahora reímos los 4 en el mismo
idioma.
Tras otros
minutos de charla amena, nos despedimos, no sin antes volver a escuchar a mi
sobrina holandesa hablando en su idioma palabras que no entiendo.
Cuelgo la
llamada. Miro el reloj de pared. Son las 5 de la mañana. Miro la botella de
vino y me sirvo en la copa lo poco que queda allí, al fin y al cabo hoy
comienzo a celebrar mi cumpleaños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario