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domingo, 15 de septiembre de 2013

La sonrisa inolvidable.

Mi padre y yo nos sentamos a ver un partido de fútbol juntos. Tanto él como yo, somos aficionados al deporte rey, y comentamos como profesionales cada jugada ocurrida. A nadie más en casa le gusta este deporte como a nosotros, que fácilmente podemos ver cuatro juegos seguidos sin aburrirnos.
El primer tiempo se termina, y aprovecho para ir a la cocina y prepararnos algo de comer. Cuando regreso a la sala, mi viejo está dormido y ronca suavemente.
Estoy acostumbrado a que él duerma con frecuencia durante nuestros eventos deportivos, y a que se despierte de un momento a otro a preguntarme quién va ganando. A veces mis gritos son los que lo hacen brincar asustado sobre su silla preferida, para darse cuenta que los gritos de su hijo han sido en vano y el marcador se mantiene cero a cero.
De un momento a otro, mi sobrinito de 4 añitos se me acerca y me pide que le compre un 'Happy Meal'. Para los que no sepan, se refiere al menú infantil que se vende en McDonald's y que consta de 6 pedazos de pollo, con papas fritas, varias rebanadas de manzana y un juguito de la misma fruta…ah, y claro está, un juguete especial, que es el secreto a voces para que todos los chiquillos pidan a sus padres el famoso 'Happy meal'.
Nunca he estado de acuerdo con que mi sobrinito coma comida chatarra, pero mi hermana aduce que ella le quita el cuero a los pollitos, y que esta es la única manera en que él come manzana.
-Apenas de acabe el juego vamos-, le digo, pero él me dice que tiene hambre, mientras se toca el estómago.
No sé si está jugando con mi sensibilidad o realmente dice la verdad, pero al ver que al juego le queda más de media hora, decido ir con aquel pequeño a cumplir sus deseos gastronómicos.
Sin que mi padre se despierte salimos de casa, nos montamos en el auto y manejamos hasta el McDonald's más cercano.
Al llegar allí hacemos la fila y pedimos nuestra orden.
Mientras esperamos por los pollitos, observo alrededor y encuentro a un hombre de aproximadamente 70 años que limpia con mucho esmero los vidrios internos de aquel establecimiento.
Aquel señor es el único empleado mayor, ya que el resto son muchachos y chicas que difícilmente superan los 20 años.
El hombre termina de limpiar los vidrios, y luego se dirige a un cuartito trasero. Después sale de allí con un trapeador o mapo, y comienza a limpiar el piso.
En ese momento pienso que aquel hombre debe tener la edad de mi padre, y que mientras mi viejo quizás no ha despertado de su plácido sueño en su cómoda silla, este señor no corre con la misma suerte.
Mi padre ha sido un hombre trabajador, que ha luchado toda su vida por su familia, y que ahora lamentablemente cuenta con una salud precaria, y un corazón muy débil. Pero al menos, mi viejo puede estar en casa tranquilo, descansando en sus años de retiro.
El señor que ya ha acabado de limpiar el piso, pasa por mi lado, y al ver que no le quito los ojos de encima, me mira y me saluda con una sonrisa.
Aprovecho su amabilidad para saludarlo y preguntarle cómo va su día.
Don Hernando, me dice que es colombiano, y que lleva en Estados Unidos 12 años. Luego se acerca a mi sobrinito y lo saluda dándole la mano.
-No te vayas, tengo un regalito para ti-, le dice al niño, y al cabo de unos segundos sale de la cocina con un juguete extra y nuestra orden de pollitos.
A pesar de que aquel hombre debe estar cansado por el paso de los años, de su trabajo constante, de su suerte, su mirada no refleja tristeza, ni inconformismo, por el contrario, los ojos de don Hernando proyectan una luz especial que me llenan de entusiasmo y paz.
Nos damos la mano por varios segundos y nos deseamos suerte. Nuevamente él sonríe con sinceridad, y en aquella sonrisa me enseña una lección inolvidable.
Al montarnos nuevamente al auto, decido tomarle una foto en la distancia. 
Mientras manejo a casa no puedo evitar pensar en el buen don Hernando, y de su forma de asumir su presente. Hacer las cosas con amor es el secreto de vivir alegremente, tal como él lo hace. No importa el trabajo que tengamos, la clave está en poner el alma en cada segundo, en pequeñas acciones, en nuestras palabras, en un apretón de manos, en una sonrisa, y así mejoraremos el mundo sin pensarlo.
Un abrazo para todos y no se olviden de sonreír con el corazón.

 


3 comentarios:

  1. Don Hernando es un hombre que refleja una vida llena de sacrificio y nobleza a pesar de su edad se muestra optimista y es tal ves para el una bendición el estar allí

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  2. Extrañaba tu nota del dia..

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  3. La mayoría de las personas de edad les gusta sentirse útiles y una forma de hacerlo es servir a los demás, también les gusta conversar bastante que les presten atención

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