Translate

sábado, 28 de septiembre de 2019

Obra de teatro

Las calles no descansan en esta ciudad. Han pasado casi 21 horas desde que el sol asomó por última vez, y aún el movimiento sigue tan latente como en las primeras horas del día.
Recién entro a casa después de estar celebrando el cumpleaños de una de mis mujeres especiales en un bar de moda, donde retumbaban sonidos que poco me mueven, pero que a otros los hace bailar sin reposo. Y en medio de tantos y de tan pocos, me entraron los años, la consciencia filosófica que me raya el coco, esa que me sonsaca sin avisos de la cotidianidad que no me gusta, y entrando en una dimensión conocida pero lejana, recapitulé mi camino, mis cuatro décadas consumiendo dióxido de carbono y vapor de agua, y una vez más me sentí tan desterrado, tan solitario, tan lleno de preguntas, tan dubitativo.

Alguien especial en mi vida, me dijo hace poco: 
"Yo no soy 100% nada, y eso me gusta". Yo estuve pensando en su afirmación poco contundente, y me di cuenta que yo tampoco soy 100% nada, y que no lo quiero ser. No soy 100% bueno, pero tampoco soy un ser malvado al cien por ciento, como no soy un ser triste al 100%, aunque estoy cerca, pero también tengo momentos de felicidad pura, que aunque no duren mucho son fuertes y vibran con duración caduca. No tengo certeza de nada al 100%, ni de lo que quiero, lo que creo, lo que me gusta, lo que no, lo que siento, y es debido a que me permito ser un individuo cambiante, abierto, un ser que duda por completo, sobretodo de mi mismo, pues descubrí que mi imperfección me sorprende cada día.
"Todos tenemos un esqueleto en el armario", me dijo alguien más, también especial, y yo solo pude constatar en mis adentros esta frase real, pues mis esqueletos en el armario son muchos... y se van acumulando con el paso de la vida.

La verdad es que a veces pienso que no sirvo para vivir por estos lares, para lidiar con mundo que no me gusta, para asumir responsabilidades impuestas para subsistir. No entiendo la vida, y por eso realizo conjeturas como teorías banales que justifiquen mis dudas, pero estas no sacian mi curiosidad. Intento entonces desprenderme de hábitos sociales, de imposiciones centenarias generadas por conveniencias de quienes tomaron las riendas económicas del globo, y nado en contra de las riendas y los prototipos, y me sumerjo en ficciones tan profundas, tan mías, que logro idealizar mi concepto de simpleza, y soy el todo y la nada, y encarno la dualidad en su máximo concepto, y soy dios y diablo, sabiduría e ignorancia, vos y ellos, y yo. Porque me doy cuenta que todos somos casi iguales, pero nos separa el concepto social, ese que nos diferencia y nos hace creer que somos distintos. No, somos casi iguales, pero en nuestro afán por diferenciarnos marcadamente de lo que no nos gusta, obviamos lo lógico, la esencia del entorno, la raíz que nos une, ese común denominador llamado humanos.

Sin entender el rumbo sigo caminándolo, quizás porque entiendo que la incertidumbre genera tomar riesgos, y estos a su vez se traducen en enseñanzas que me permitirán crecer de alguna forma.
Sigo aquí porque a pesar de mis incredulidades, tengo fe en mí, tengo confianza en otros, en ella, en él, en vos, incluso en ellos, esos desconocidos que me sorprenderán con actos buenos que nos permitan ser mejores. 

Hoy pienso que la vida es una obra teatral, y nosotros actores subidos en tarima intentando interpretarla como mejor podamos. Entonces un día cualquiera el libreto llega al fin, y nos toca bajarnos del tablado para que otros que ya han estudiado el suyo, suban y continúen generando la misma obra, la que otros disfrutarán y aplaudirán por algún tiempo, hasta que sea su turno de rotar con nuevos artistas.

Sin importar entonces el papel que te toque interpretar, lo importante es que comas pop-corn y chocolates, al final de todo no se trata de la obra en sí, sino de la manera en que disfrutaste su entorno.











No hay comentarios:

Publicar un comentario