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domingo, 27 de enero de 2019

¿Exhibicionista o voyerista?

Desnudar el alma, una misión mucho más difícil que desnudar el cuerpo, porque se hace con menor frecuencia y ante menos personas. Y me pregunto si vale la pena hacerlo con regularidad y ante todos, o si por el contrario debemos jugar las cartas de una manera estratégica, y evitar así mostrar nuestras debilidades ante un mundo que abusa de los frágiles, y enaltece a los que se muestran más fuertes.

Pero muchas veces la vida te enseña que no sos vos quien decide cómo van a suceder las cosas, y sin que lo esperes te sacude con fuerza y te deja saber que no manejas los lazos del destino, y que el simple hecho de pensar que somos los dueños absolutos de nuestro presente, es la tácita manifestación del nivel de ignorancia que erróneamente nos infla un ego que tarde o temprano nos vulnera.

El 2018 terminó de una forma inesperada para mí, muy difícil, alejándome de manera obligada de aquella rutina creada hace más de 7 años, y en la que me sentía cómodo. Pero no hay nada certero en el camino de mis pasos; y por eso, la vida es una escuela donde venimos a aprender a través de los golpes y los fracasos. Y dicen por ahí que lo importante es levantarse y seguir, pero es que no es tan sencillo hacerlo, especialmente cuando caes en limbos oscuros, y tropiezas con cada minuto, partiéndote la cabeza en pedazos y viendo como sangran tus metas, tus anhelos momentáneos, esa imagen del futuro que has creado y que se derrumba ante tu mirada encarcelada.

Y las hojas del calendario siguieron avanzando, y cambió el año, y yo esperaba que con el nuevo día llegara la normalidad y poder regresar a mi cotidianidad, pero no ha sido así. Imagino que aquí es cuando toca analizar el juego que vas perdiendo y asumir tácticas no pensadas antes, y con fuerza y con furia intentar no tirar la toalla -eso que ahora pretendo hacer-. 

Sé que mis palabras son muy vagas y pocos están entendiendo la idea, pero es así como circunda mi vida actual, de manera vaga, confusa, intentando poner en orden mi sistema y reanudar actividades que ya han perdido la esencia misma. Y mi cabeza se desgasta con las lunas, y los sonidos que percibo se hacen más opacos, e intento aprovechar el momento oscuro para respirar como nunca antes, y hacer lo que no he podido por carencia de tiempo, y empiezo a lograrlo.

Quizá todos en algún momento de nuestra existencia batallamos con huecos que se abren en el pavimento, y nos hundimos en arenas movedizas que generan incertidumbre y cambios inesperados, creo que es parte de las reglas del juego de la vida, y tenemos que seguir adelante malheridos pero con la frente en alto, con la mente posicionada en el horizonte, y así tarde el proceso, jamás nos quedaremos estancados en el abismo, pues en esta existencia no hay nada permanente, todo se mueve.

Y nuevamente a las 3 de la mañana encuentro el mejor momento para hallarme, para satisfacer mis idilios secretos, para canalizar mi yo interno y desahogar la rabia y la ansiedad sin usar pastillas ni ayudas sintéticas. Y ellas, las 4, me abrazan y me arañan la espalda, y saben a besos desconocidos, y me acarician los sentidos y mis poros, y en un orgasmo genuino encuentro un poco de lo que he  perdido...y lo agarro con fuerza, y me aferro a ello, y no estoy dispuesto a soltarlo ya más, no estoy dispuesto a sentirme perdido entre todos.

Mi alma, si la tengo aún, se ve mejor desnuda, ya no la ataviaré con trajes nunca. Igual, siempre he sido un tipo con espíritu exhibicionista, y sin miedo, me declaro además un voyerista de conductas y almas. 























1 comentario:

  1. Muy bien escrito. Desnudar el alma nos lleva a vivir la realidad con más contundencia. Espero que te recuperes. Un abrazo
    Carlos Alberto Gómez Acuña.

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