No puedo aún
entender bien lo sucedido. Me acosté alrededor de las 3 de la mañana como de
costumbre, y tras una hora hedonista al lado de una copa y una musa de colores brillantes,
me invadió el sueño.
Inmediatamente
comencé a caminar sobre una montaña de arena blanca donde mis pies se hundían y
me dificultaban cada paso siguiente. Un fuerte bochorno hizo que me fuera
deshaciendo de mis harapos cual bailarín de club nocturno mediterráneo, hasta
el punto de quedar solo con una media puesta.
Busqué sombra
para desfallecer, pero en vano mis esperanzas quedaron en el utópico ‘morfeano’.
Toda la vida a cuestas, todas las metas logradas, el sacrificio, los años de
andariego peregrinaje, para terminar sucumbido entre la nada caliente, dándome cuenta
de que la vida misma es el oropel de quienes la inventan, y la esclavitud de
quienes la padecemos.
Sin fortaleza
avancé un paso más, pero en ese instante fui capturado por dos hombres gigantes
y llenos de vigor, quienes con una risa burlona me golpearon con sus puños
desnudos. La arena se fundió en mi lengua, en mis pupilas.
Con dos barras de
hierro, los energúmenos desconocidos comenzaron a quebrarme las piernas.
Intenté gritar, pero no obtuve respuesta de mi garganta seca arenosa. Solo sentía
como las rodillas se fracturaban y se desgarraban mis tendones. Un golpe más me
sacudió cada tobillo. Apreté los ojos y en medio de mi agonía disfruté el
sufrimiento hasta el punto de lograr recordar la copa ingerida segundos antes.
Abrí tímidamente mis ventanas faciales para ver como el más perverso de los dos villanos levantaba el hierro para
volarme lo que quedaba de mi cabeza. En ese preciso instante desperté
abruptamente en el costado de mi cama. Aun respirando de manera pesada, me
reincorporé sintiendo granos de arena sobre mi cara. Bebí el asiento del vaso
que reposaba sobre la mesa de noche, y me revisé las rodillas.
Eran solamente las
3:03 de la mañana.
No fue fácil conciliar
el sueño nuevamente. Desperté varias veces en la noche, hasta que las 7 de la mañana
propiciaron mi levantada por partida doble. Sin embargo, hoy he tenido un
fuerte dolor en las piernas que me han impedido caminar de manera orgánica.
¿Sugestión? Quizá,
pero la dolencia es real.
Espero esta noche
soñar con el bacanal de la antigua Roma, y amanecer satisfecho de la rumba a la
que me auto invito.
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