Translate

lunes, 30 de diciembre de 2019

La vida que vivimos Vs. La vida que queremos

A medida que pasan los años perdemos la capacidad de sorprendernos por las cosas que realmente valen la pena, y asumimos como ordinarias situaciones que no lo son, como un atardecer con colores que varían cada 15 segundos, un arcoiris en medio de un aguacero, el gesto de amabilidad de un desconocido, un abrazo inesperado, el te amo proveniente de unos labios sinceros, una flor y su aroma, la mirada cariñosa de un perrito que te mueve la cola, el viento que refresca, respirar otro día, un latido de más del corazón producido por alguien que te gusta, la caricia de una madre, -solo por nombrar algunas-, y nos enfocamos sin sentido en la vida rutinaria que hemos creado como sociedad y lo que ella implica, como ir a trabajar mecánicamente, comprar de más, sentirnos importantes por las marcas que se posan en nuestros artículos, crecer económicamente, vivir con prisa, pasar más tiempo con las pantallas que con los ojos; y no estoy diciendo que estas cosas no sean importantes, porque es claro que todos queremos tener mejores niveles de vida, sufrir menos, tener lo suficiente para disfrutar los días, comer rico en sitios donde hay que pagar con más billetes, invitar a los nuestros a lugares hermosos que requieren presupuesto, pero el problema radica en que en la mayoría de los casos nos olvidamos de lo verdaderamente sublime para buscar lo reemplazable. 

Como sociedad nos hemos convertido en productos egocéntricos que reflejan la codicia, pero como individuos podemos aún hacer la diferencia y mejorar la vida de muchos, la nuestra propia, la del planeta que nos acoge de manera especial, brindándonos todo lo que realmente necesitamos.


Minimizar posesiones y maximizar sentimientos, una premisa que seguramente nos ayudaría a ser más felices y vivir en mayor calma, pero que a la vez se vuelve tan complicada de obtener, pues nos hemos mal acostumbrado a hacer lo contrario, acumulamos objetos y nos autocensuramos al momento de expresar lo que sentimos, quizás porque pensamos que es una debilidad que no podemos permitirnos.


Hace poco veía unos videos de Youtube donde varias personas con enfermedades terminales, y otras de avanzada edad manifestaban sus arrepentimientos máximos, y coincidían en que si pudieran regresar el tiempo se enfocarían en viajar más, en abrazar a los que ya no están en sus vidas, en leer el mundo maravilloso que vive entre páginas mágicas, en esclavizarse menos buscando bienes materiales y liberarse más buscando lo que realmente sus corazones querían hacer, y aquí se referían a sus pasiones de vida, esas a las que muchos renunciaron porque eran inconvenientes y poco lucrativas.


¿Por qué esperar a que sea tarde para lamentarnos de no haber tenido la vida que quisimos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario